Historietas: el estado de las cosas en Chile

Por Nicolás Pérez de Arce
1.

En los últimos 10 años se ha visto un auge en la publicación de libros de cómics en Chile. Lo que antes eran revistas y libros­álbum, hoy en día son novelas gráficas, ediciones cuidadas con más páginas y variedad en sus formatos. Esto acompaña la idea de que se están editando cómics serios, con temáticas cercanas a la realidad o mayor profundidad en sus reflexiones. Frente a la imposibilidad de los historietistas de ser considerados como grandes artistas por las instituciones del arte como parecía ser en los 80’s, el reconocimiento ha llegado finalmente de la mano del ambiente literario. La novela gráfica es el último de varios intentos hechos por el cómic para saltar el muro que lo deja fuera del arte con mayúsculas.

En kioscos el formato revista ya no existe, al menos en chile, con una distribución prácticamente inexistente (en Argentina se pueden encontrar sin problemas ediciones baratas de libros de Mafalda, Fontanarosa o El Eternauta). Un país donde se lee muy poco (alto impuesto al libro se ha dicho bastante) y donde las editoriales chilenas pagan el mínimo legal a los autores por su trabajo, un 10% por derechos de venta, que muchas veces el único pago que reciben. Es bien sabido que nadie vive de hacer cómics y que las platas están en la publicidad, diseño gráfico, docencia, o sea hay que hacer otra cosa para poder hacer finalmente cómics, disciplina que toma bastante tiempo. Los fondos públicos están cada vez más enfocados en fortalecer las llamadas industrias culturales potenciando así a las editoriales pero dejando de lado al autor a pie pelado.

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2.

La discusión que me ha tocado ver en medios de comunicación y sitios especializados tiene que ver mas que nada con implementar el medio y la producción local, en la profesionalización. Gabriel Rodríguez o Javier Osorio son los paradigmas de este sistema, los ejemplos a seguir. Pero muy rara vez he visto que se hable de la calidad de los trabajos mismos, que se hable en términos de arte y cultura como crítica a los trabajos. Se dicen tonterías como que el latón estaba super bien logrado en historia de un oso, como si ese fuera su valor. En general se da por sentado que todo es genial e innovador, que está todo pasando, pero existe la percepción (no solamente mía, sino que es la de varios colegas) de que se publica harto material liviano, con poco relato, poco crítico, algo bobalicón, tieso y con poco desarrollo de contenidos.

En un país donde se percibe el arte y el consumo de cultura en general como bienes exclusivos de los sectores acomodados, cabe preguntarse que tan popular realmente es el boom del cómic. La señora de la vega probablemente no tiene idea de quien el Alberto Montt, Malaimagen ni Sol Díaz, pero recuerda todavía al Condorito, signo de una época donde si podía manifestarse un personaje realmente popular. Sin embargo, los mismos autores se repiten una y otra vez, como si fuera lo único que vale la pena destacar en las pretensiones de construcción de industria.

Esto por supuesto no es problema del cómic particularmente, es un problema cultural general. Es lo mismo que pasa con la música chilena en las radios (la ley del 20%). Son siempre los mismos nombres; Gepe, Javiera Mena, Francisca Valenzuela, Alex Andwanter, Pedro Piedra, Fernando Milagros, Ases falsos, y el resto son excepciones. Y que pasa con los Vázquez o el rapero Portavoz? Por poner un par de ejemplos supuestamente populares. Hay un Alberto Curapel totalmente ignorado.

O lo que pasa con el llamado nuevo cine chileno. Nos enteramos en los medios hasta del desayuno que le gusta tomar a Nicolás López, Pablo Larraín, Matías Bize o Andrés Wood, pero son prácticamente ignorados Cristián Sánchez (Los deseos concebidos, cautiverio feliz, el zapato chino)o José Luis Sepúlveda (El pejesapo, mano armada), dos autores fundamentales en la construcción de identidad en el cine. (Raúl Ruiz).

[párrafo editado]

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Entonces uno se pregunta para qué tanto bombo y platillo sobre el cómic chileno si una novela gráfica chilena verdaderamente notable no aparece. [menciona Sinaventuras de Jaime Pardo].

Por mucho que se intente implementar la industria del cómic, ES LA PROPIA EXPRESIÓN DE LA GENTE LA QUE DEBE SALIR A LA LUZ EN SUS PROPIOS TÉRMINOS. Y esto no ha entrado realmente en la discusión.

Texto presentado en Monologías, primera sesión, 2 de mayo 2016. Organizado por Felipe Muhr en Casa Plop, Santiago.

PD: editado se consigna entre corchetes [ ].

PRÓLOGO PARA ANOTACIÓN NEGATIVA

Por NICOLÁS PÉREZ DE ARCE

Imágenes desde sus páginas en tumblr.com y facebook
Imágenes desde sus páginas en tumblr.com y facebook

¿Cuál es la relevancia de Anotación Negativa? ¿Por que vale la pena leerlo? Alguien podría argumentar que este cómic es medio degenerado, obsceno, que podría deformar la mente de los jóvenes y que no ayuda a construir modelos ejemplificadores. Y tendría razón. El propio autor reconoce que tiene una mirada nefasta a la realidad chilena, con personajes incorrectos en un mundo provinciano y decadente.

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La razón es sencilla. Hay una mirada del mundo, personal y contingente, a partir de la vida de estudiantes en un liceo de Punta Arenas. Eso nomás. Vamos viendo: ¿dónde más se puede encontrar algo así? Ni en la tele ni en los diarios, ni siquiera en el cine. La gracia del cómic, y tal vez esto lo comparte sólo la literatura, es la cercanía que tiene el autor con sus lectores, que está mediada sólo por la distribución del trabajo. Yo nunca podría haber imaginado que llegaría a ser testigo de una saga de ¡80! números, ambientada en un liceo de Punta Arenas, políticamente incorrecta, con personajes profundamente irresponsables, humor desquiciado e invitados famosos. Siempre he preferido el cómic de autor (dibujado y escrito por) porque creo que tiene mas carácter. Y es que aquí no hay filtros, no hay comités editoriales, grupos de guionistas ni estudios de mercado que adapten la obra a los gustos populares. Y sin embargo es algo que nace del gusto popular, las series de animación ácidas norteamericanas seguramente, que a su vez son hijas del underground del cómic de los 70’s, el cómix con x.

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Hay algo ahí entre toda esa broma absurda, algo que es como asomarse a una ventana. Para un santiaguino como yo es una entrada directa al mundo magallánico “real”, a una de sus realidades al menos. No es la postal de la cueva del milodón o del indio al que hay que besarle el pie, por ejemplo. La televisión no te va a mostrar la realidad adolecente de un grupo de liceanos de región tal como se muestra aquí. Es como diría Jorge Pato Toro: “estos contenidos no los encontrarás en otros lados.” Se intuye por entre las páginas, por entre las viñetas, algo biográfico, algo vivido. Eduardo habla desde su experiencia, bromea con el recuerdo, con los lugares, la gente y sus pequeñas ideas. En 10 o 20 años mas el mundo que retrata Eduardo ya no va a existir, entonces hay también un registro del aquí y ahora, un “documentalismo fantástico” de la realidad.

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La gracia del artista es que se salta todas las convenciones, todas las resistencias, para seguir la intuición y hacer lo que realmente se quiere hacer. Eduardo hace cómics de autor, localista, como el cómic independiente que se edita en Estados Unidos o Europa, como si realmente fuéramos un país desarrollado y hubiera espacio para este tipo de lujos expresivos. Pero lo hace aquí y ahora. En un Chile que probablemente no va a saber muy bien qué hacer con esto, porque está pensando en construir cultura con mayúscula, e ignora en el proceso todas las bellas minúsculas que se arremolinan a su alrededor.

Hoy es uno de esos días, por Nico Pérez.

Hoy es

HOY ES UNO DE ESOS DÍAS, (autoedición, Santiago, 2012) de Nicolás Pérez de Arce, narra  lo suyo con dibujos y diseño en página doble, integrando la rotulación como una forma de dibujo. Trabaja muy bien la relación entre caligrafía y grafismo, una relación que hoy nos parece inherente, es decir que lo escrito es un dibujo, y que lo dibujado es una escritura, pero que no es tan abordada como se esperaría. Es uno de los puntos interesantes del trabajo de Nicolás, junto a un discurso escéptico y existencial muy agudo.

Cuando la relación entre caligrafía e imagen es visible en una historieta o relato ilustrado, es porque estamos frente a un trabajo innovador. En los hechos, la imbricación entre escritura y dibujo, entre marcas significantes de la palabra y de la imagen ha sido pensada por el arte verdadero y sin mayúsculas (véase por ejemplo el ensayo de Ronald Barthes sobre Cy Twombly) puesto que el arte es una forma de pensamiento, y su tarea consecuente es pensar.

Leyendo este fanzine, podemos pensar que cuando uno trabaja aprendiendo a encontrarse con el flujo interno y complejo del trabajo y de uno mismo, necesariamente tiene que experimentar con los materiales, con la sintaxis. Además, si esto ocurre en el trabajo de los relatos ilustrados, que no tienen por qué reclamar su ingreso al arte académico, pero sí al arte verdadero, el cual sabemos escaso y excepcional, uno se da cuenta que se aleja peligrosamente de la aprobación del Capitán América.

El “Capitán América”, valga decir aquellos artistas, periodistas y editores que conciben la historieta como un mercado donde hay que subirse al “mainstream”,  es otro mundo, cercano a la ideología del control,  y allí en ese medio el lenguaje, en los guiones y escaletas, tiene la ilusión de que cada significado, cada significación y cada efecto sensible ya está normado y se puede predisponer en el guión. O sea, pensarlo todo antes, por palabra y por boceto.

Opuesto a este deseo de control y de preproducción, los trabajos como “Hoy es uno de esos días”, parecen originarse en la ambición de pensar sensiblemente en y durante el propio trabajo, y acercarse a lo que de profundo se necesita decir, o sea asumir el trabajo narrativo y gráfico como una escritura, la cual posee estructuras y reglas, pero con las que se necesita expresar precisamente lo que antes no hemos podido decir.

Por otro lado, plantea también la cuestión del tema, que en este fanzine, probablemente, es la angustia existencial, la angustia del ingreso al feroz funcionamiento del mundo fáctico, expresado con talento y honestidad. “No he conocido a nadie que pueda decir que realmente ha logrado algo”. Se escucha decir que la autenticidad viene  de la tristeza, de la angustia, que no se escribe cuando uno es feliz. Aunque haya mucho de cierto en esta manera de concebir cuando algo es verdadero, ese origen implicaría que solamente la emocionalidad, triste es auténtica como motivación.

Con “Hoy es uno de esos días” podemos pensar más bien que la realidad es peor, y que sus dimensiones son atisbadas por el lenguaje del arte, el cual está especialmente capacitado para esa tarea. Cuando en este caso el relato y el dibujo nos hacen pensar en lo cierto de la situación que está diciendo y que está graficando, de modo que no tratemos de hacernos los tontos, es calificable como algo verdadero, auténtico, por consecuencia como un trabajo de arte.

Contradictorio como sea, su existencia nos alegra.