SOBRE EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [6]
El reciente libro facsimilar de La Castaña: humor, gráfica y poesía 1982-1987 (Editorial Asterión, 2021), nos trae a quienes no la conocíamos, la tira del personaje Quilapán, publicada en el reverso de la portadas desde el número tres, de 1984, hasta el número 7 de 1987, de esta recordada revista. Prácticamente una por año, atravesando la década. Su autor firmaba JL, es decir Jorge Lillo, de acuerdo a las listas de “perpretadores” de La Castaña.
La tira presentaba a un hombre joven mapuche, vestido con un poncho característico, con cintillo, pelo negro erizado, que vive probablemente en los suburbios pobres de la ciudad. La primera tira tenía entre paréntesis el subtítulo “un pequeño aporte a la ecología social”.
Primero leamos a Quilapán.



En principio uno piensa que el nombre del personaje alude al lonco Quilapán, el último jefe mapuche del siglo xix que derrotó a fuerzas militares invasoras en el combate de Quechereguas en 1868, esto es al ejército chileno dirigido por Cornelio Saavedra, en la campaña de ocupación y exterminio llamada “pacificacón de la araucanía”. Pero en comunicación personal, Jorge Lillo dice que más bien lo tomó prestado del cuento homónimo de Baldomero Lillo, incluido en Sub Sole. Ese cuento todavía sigue transmitiendo la actualidad profunda de la causa Mapuche.



La imagen del personaje sí está basada en la figura del Quilapán histórico “con las greñas amarradas por su trarilonco, es una referencia a la imagen ‘oficial’ del lonco Quilapán, y el poncho (pontro) una referencia a los emblemáticos tejidos tradicionales.” Esa “imagen oficial” es el cuadro de título Quilapán, del pintor argentino Martín Boneo, se lo describe como un retrato, pero en las referencias no llegamos a saber si se basó en fotografías, descripciones verbales, o cuánto de imaginación puso el pintor. Se encuentra en el Museo Marc, de Rosario, Argentina, y según informa el propio Museo, fue pintado en 1868, cuando Quilapán se hizo una figura temible en Santiago. Martín Boneo se había trasladado a vivir a Chile en 1865 y regresó a la Argentina en 1870.

En las dos primeras tiras, el Quilapán de Lillo no habla, sino que ve actuar y escucha hablar a los chilenos, que delatan espontáneamente sus prejuicios, su racismo o su hipocresía. En la primera tira, porque no usa corbata no lo dejan entrar a una conferencia sobre “La realidad Mapuche y cómo integrarlos a nuestra sociedad”. En la segunda es una señora de clase media que discurse de su admiración por la valerosa “raza” mapuche del pasado, pero enseguida revela su desprecio actual porque “no son gente”. En la tercera, dos chilenos en conversación de bar comentan una película donde “Yon Guaine” echaba a los indios de sus tierras, pero ahora Quilapán interviene poniéndole título a la película: “La pacificación de la araucanía”.
La cuarta tira muestra que él vive en un ranchito, con al menos otra persona, y que están “colgados” a los cables para tener electricidad, pero las compañías envían a mensajeros de la luz para quitársela. Allí hay una posible referencia cruzada, a la vez a la visita del papa Juan Pablo II, “el mensajero de la vida”, el año 1987, y al cometa Halley, también de actualidad en esa época. En la siguiente tira Quilapán escucha las noticias de la televisión, porque nadie se libra de la televisión. En su última aparición, del nº 7, lee un diario y relaciona la noticia que lee con el esmog.
El personaje Quilapán de Jorge Lillo aporta en representar un Mapuche contemporáneo, que vive en los suburbios de una ciudad grande, que es pobre, que circula o trabaja en el centro, y que como tal observa y soporta la discriminación y el «doble estándar” chileno. Quilapán no se ve deseoso de integrarse, pero es obvio que si lo deseara difícil sería conseguirlo. Es una propuesta del cotidiano de los Mapuche, empatizando con los que viven en las ciudades y soportan las discriminaciones y la pobreza, planteando desde allí su crítica a la sociedad chilena. Abordar el tiempo presente del pueblo Mapuche, aunque no se crea, es raro en nuestras historietas y humor dibujado, asunto que traté de enunciar en un artículo anterior.
Sin embargo, como lo demuestra Quilapán en La Castaña, esta crítica o autocrítica moderna no era tan difícil de hacer, ni requiere grandes teorizaciones o presupuestos financieros, por eso es que uno se pregunta por qué no estuvo en el tramo histórico de la “transición”. ¿Pero, y si lo que explica a Quilapán era la dictadura, pues allí las instituciones oficiales claramente se hacían ajenas, y lo “propio” o auténtico de los-las chilenas estaba y se sentía en los márgenes y en la clandestinidad? Pues en la transición volvió a dominar la temática heroica y mágica, mirando a un pasado del 1500 al 1700, mirando a un pueblo “Araucano” más que al Mapuche.
¿Entonces la execpción no se debe más bien a una solidaridad coyuntural de parte de chilenos quienes estando relegados y perseguidos por Pinochet, o agobiados por la dictadura, comprenden y empatizan con quienes desde mucho antes ya viven bajo esas condiciones, particularmente a contar de la ocupacion militar del segundo ciclo del siglo xix?
Trataré de hilar un poco sobre estas preguntas. Los las más conocedoras perdonarán mi ingenuidad e ignorancia. Hay que tener en cuenta que la solidaridad o identificación chilena con los pueblos originarios viene desde largos procesos políticos y populares que arribaron a la elección de la Unidad Popular en 1970. En el campo de la cultura popular masiva –o cultura popular difundida en medios y soportes masivos– en la cual se inscriben las historietas. Para 1970 esa conciencia es indudable en canciones de Violeta parra, Víctor Jara, en producciones de cine documental, y desde antes en la literatura. En las historietas de Quimantú se expresa en sentido general, por personajes secundarios o temas que implican dejar atrás la representación del Araucano y traer la del Mapuche, pero me falta conocer esto con más detalle.
Jorge Lillo dice que el logo de la tira tiene influencia directa de la tipografía de Vicente Larrea para el grupo Quilapayún, tipografía que también se usó para otros grupos musicales de identificación izquierdista revolucionaria, y se convirtió en un signo estético de esa época y signo de resistencia durante la dictadura. Si leemos los recuerdos de Jorge Lillo, que incluyo como anexo, podemos ver que su personaje viene del espíritu de la época allendista y la experiencia personal inmersa allí. Es decir, la empatía representada en Quilapán no se explica solo por la dictadura, sino que viene de un proceso social anterior. Hay que reconocer que ese proceso cultural no logró “convencer” nítidamente a los historietistas durante la década 60 y los tres años de Allende, sino que vino a materializarse después, pero escasamente, bajo el rigor contrario de la dictadura. Entre otros posibles ejemplos puede estar el “Mañungo” de Guidú.
Dentro de una producción siempre escasa, en los monos chilenos la dictadura tuvo éxito, pues casi todos volvimos a la opción “Araucanos”.
Enero 2022. Agradecimientos a Jorge Montealegre.
ANEXO. Recuerdos de Jorge Lillo
Soy chileno, desafortunadamente santiaguino, y empatizo completamente con el pueblo y las demandas mapuche.
Tuve la suerte y el honor de haber estado presente en una ocasión (1971) en un nguillatún en la localidad de Vega Larga, Lautaro, como funcionario de INDAP. Fui el único al que se le permitió estar presente, fotografiar y grabar sonido. Eran tiempos muy difíciles para ellos (siempre lo han sido). Fue una experiencia maravillosa que me hizo apreciar profundamente a esa gente honesta, esforzada, acogedora y trabajadora y su cultura.
Mi personaje fue, efectivamente, influido por ese conocimiento y por personas mapuche que conocí en Santiago como trabajadores en casas particulares de mi familia o como simples obreros, jardineros, panificadores.
El nombre Quilapán lo tomé prestado del cuento homónimo de Baldomero Lillo, que publicó en Sub Sole.
La imagen de mi Quilapán con las greñas amarradas por su trarilonco es una referencia a la imagen «oficial» del lonco histórico José Santos Quilapán
y el poncho (pontro) una referencia a los emblemáticos tejidos tradicionales.El estilo de dibujo tuvo influencia (¿cómo no?) del «Inodoro Pereyra» del gran dibujante y escritor argentino Roberto Fontanarrosa.
El logo de la tira Quilapán es una referencia al logotipo que diseñó Vicente Larrea y su equipo de grafistas para el conjunto Quilapayún, del que fui fanático.
En resumen, tuve influencias de todos lados, menos en los temas que toca la tira.No recuerdo bien si alguna vez se publicó con una «bajada» que decía: «un aporte a la ecología social», en referencia a que le damos mucha importancia
al cuidado del medio ambiente, pero no a la diversidad de pueblos que componen este país y que, afortunadamente, hoy se han empezado a hacer visibles gracias a la Convención Constitucional.Quilapán es una tira claramente política. Mi personaje es un solitario, un marginado no solo por su condición social sino también físicamente, ya que habita una mediagua en la periferia de la ciudad; viste con sus prendas tradicionales, pero no termina de integrarse a una sociedad que le es extraña y que tampoco le permite dicha integración: en una de las tiras hay una conferencia sobre la cultura mapuche, pero no se le permite ingresar por no llevar corbata. Carece hasta de familia, pero no de interlocutores (por necesidad de la viñeta, para que dialogue).
Paralelamente he tenido la suerte de poder colaborar con otras ilustraciones para algunas actividades mapuche. Incursioné una vez en un proyecto
de historieta con personajes mapuche y españoles, pero no prosperó y tengo solo los bocetos.Finalmente, sí: es una crítica a la sociedad chilena, racista, violenta y marginadora, especialmente con los mapuche. Eso se nos nota en el lenguaje
habitual: «no seai indio», «india ‘e mierda», «no seai huaso». Todas son expresiones denigratorias que denotan no solo nuestra incultura sino,
directamente, racismo puro y brutal, e ignorancia de nuestros propios orígenes. Por contraste, en cambio, una «gauchada» es expresión de aprecio.Históricamente valoramos más lo extranjero que lo nuestro: Huaso es negativo, Gaucho, positivo.
Saludos cordiales.
JL
JL
Un comentario en “Quilapán, de Jorge Lillo / Un aporte a la ecología social”