LA CIUDAD EN GRAN PLANO GENERAL Y EN DETALLE

Memorias de un perro bajo la lluvia
Memorias de un perro bajo la lluvia

En numerosos trabajos recientes de la historieta y la ilustración está reapareciendo la ciudad como protagonista de los relatos y de las escenas. Hay una cumbre y un referente importante en Lukas, como sabemos, quien con un dibujo extraordinario hizo de Valparaíso, Viña del Mar, Santiago, y muchos otros lugares de Chile el objeto de su arte, en el cual no dejó de preocuparse por el paisaje rural, aunque a diferencia de la tradición pictórica, siempre aparece la gente y sus ocupaciones, o sea, siempre hay monitos allí. En Lukas, además, la historia y las transformaciones de la ciudad se convirtieron en objetos de investigación, en temas de sus dibujos, adelantándose a la preocupación actual. Con una mirada amorosa, con un verdadero gusto por la urbanidad y la vida cotidiana, Lukas se recreaba y nos recrea en la contemplación de la urbe dibujada. Edificios, plazas, techos, rincones, fachadas de gran estilo o muy sencillas, grandes palacios y viviendas precarias, veredas, tranvías, carrozas, automóviles, micros y “liebres”, oficinas, pasajes y pasillos, llenas de objetos en vistas generales o de primer plano, escaleras, y por supuesto gente, personajes de ocasión o permanentes que circulan y la habitan, todo hecho con trazos sueltos que admiran por su precisión y por la perfecta proporción las partes. Por supuesto no era el único dibujante que se interesó en dibujar la ciudad en la época de los 60 y 70, y que captó su vida, pero sí uno de los más notables en esta línea.

sorprendente Lukas
sorprendente Lukas

Por supuesto, Lukas no era el único dibujante que se interesó en dibujar la ciudad en la época de los 60 y 70, y que captó su vida, pero sí uno de los más notables en esta línea, dejando de lado en estos trabajos su opinión política.

Pero la contraposición política también ha sido influyente. La figura popular del pililo aparecía en los periódicos de Juan Rafael Allende, de fines del ochocientos y comienzos del siglo 20, aunque al parecer el suburbio o el cité hacinado no eran esbozados todavía, salvo por los grabadores de la Lira Popular. Luego, como sabemos, desaparece esa prensa primitiva, y se va instalando la prensa profesional, de lógica industrial, que es ya la cultura de masas, y que cambia la caricatura, la normaliza en los estilos propios del siglo XX. Es difícil decir si en este proceso toda la critica anti-oligárquica desaparece de los dibujos en chile, pero hay una regulación, por decirlo así. La sátira de Von Pilsener es más bien sobre las costumbres y las torpezas de las eternas excavaciones y trabajos mal organizados que hacen de la circulación por las calles toda una aventura. Pepo representará el rancho de Condorito, el suburbio, es cierto, pero durante el siglo xx es frecunete que el contorno sencillo de

edificios en contorno, idea de ciudad
edificios en contorno, idea de ciudad – cuadro 4

grandes edificios en la vereda del frente, dibujado como signo más que como dibujo, sea la idea de ciudad. A fines de los 60, para los dibujantes de La Chiva, entre otros, el barrio pobre, la favela, la villa, la pobla, es una con sus habitantes. Hay que notar que incluso en una historieta tradicional para niños, del año 65 o 66, Pepehuinca hacía que Miss Margaret, la secretaria del detective Florián González, intentando recuperar el auto de su jefe que dos “suburbianos” le habían robado, atravesara en dos cuadros una población pobre, con calles de tierra, con adultos sin trabajo y niños semidesnudos, que anunciaban ya esa preocupación vertida después en el barrio Lo Chamullo. Añadir aquí que en el Encuentro Dibujos que Hablan Hernán Marinkovic Plaza aportó una excelente visión del tema en su ponencia «La ciudad de los 60-70 en el cómic chileno. Representación y tensión social».

Pepehuinca en Rakatán, el suburbio, la pobla
Pepehuinca en Rakatán, el suburbio, la pobla

Sin el genio de Lukas para el dibujo urbano, pero de igual a igual o mejores en el humor y el ingenio, estos dibujantes de las izquierdas y la revolución reinstalaron otra ciudad también verdadera, y también histórica, la ciudad crítica.

En el llamado nuevo cómic de los 80, Checho López habita una ciudad todavía pintoresca pero desventurada y sucia, sin grandes planos generales ni complacencia, el dibujo trata de ser, y el humor aunque hilarante va tirando para amargo. Algo ha cambiado. Después, en los trabajos de Christiano y Asterisko, es el Lo Chamullo devastado, sin expectativa, en su dureza existencial, un escenario imposible de celebrar, imposible para lo pintoresco. El dibujo se ha fracturado, pero tampoco podría ya ser el de la tradición anterior. Dibujar el campamento o el barrio estigmatizado por la derecha ¿va a ser fácil? Las casas ya no de adobe o paja sino de planchas y cartones, o las casas sociales, ¿cómo dibujarlas? No creo que esté resuelta esa pregunta, pero en la práctica, el dibujo siempre necesita algo como sacarse de encima el estilo y buscar adecuarse, pues no hay referente culto, como en Lukas, o popular del humorismo gráfico, como en La Chiva.

el viudo
el viudo

Más recientemente, historietas como las de Heredia detective colocan al barrio chino del barrio Estación Mapocho como protagonista, de acuerdo a las novelas de Ramón Díaz, y se ven allí tal vez las grandes tendencias mencionadas, una de recreación pintoresca, casi turística, como paradójicamente ha venido a convertirse ese sector santiaguino entre los admiradores de Heredia, y otra más dolorosa y difícil, como también es. Una con línea limpia y suave, sin mancillas, con perfectos encuentros de horizontales y verticales, otra con esas roturas de pulso y de los trazos, con el olor y la popularidad que la realidad refrenda. Posteriormente, en la nueva tendencia de cómics como El viudo o La senda del errante, entre otros, que mezclan la ficción heroica de ascendencia estadounidense con el tema y la historia nacional, el entorno arquitectónico, las calles, la noche, los suburbios y los palacios van instalando su presencia buscando una fidelidad documental y también anímica.

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Pude hojear a la vez dos libros recientes, muy bien editados por Letra Capital: Alameda de ida y vuelta de Vicente Cociña, y la historieta Memorias de un perro escritas por su propia pata, de Gonzalo Marín y Adrián Gouet, basada en la novela de Juan Rafael allende (1893). Ambos ponen la atención en el dibujo de conjunto, la gran vista general de la ciudad.

El virtuoso y cálido dibujo de Vicente Cociña es como una guía del viajero, refresco de los habitantes que ya no vemos el paisaje, o que no lo hemos visto nunca. Recuerdo la intuición de que el dibujo es un modo de conocer, de saber, el único modo real de saber cómo es el mundo, al menos para quien dibuja. Como lo dice John Berger “Para el artista dibujar es descubrir. Es el acto mismo de dibujar lo que fuerza al artista a mirar el objeto que tiene delante, a diseccionarlo y volverlo a unir en su imaginación, o, si dibuja de memoria, lo que lo fuerza a ahondar en ella“.

la Alameda de Vicente Cociña
la Alameda de Vicente Cociña

Como receptor popular (o medio-popular y medio-cuto) me recreo admirado en la reproducción del mundo, en el detallismo y cuidado de cada elemento y cada trazo, en las relaciones entre proporciones, en la cantidad de trabajo de esas largas y continuas panorámicas de la vereda norte y la vereda sur, sin cargas de densidad o problema. Por su parte, los receptores cultos y académicos se interesan a su vez en este proyecto, logro importante y meritorio del autor, llegar a unos y otros. Quizá estos últimos se interesen en la mirada intelectual, porque esta panorámica continua hace que se cancele el encuadre , o sea el interés interesado o la opinión, y así el autor registra las cosas, lo pobre y lo rico, la buena y la mala arquitectura, lo pujante y lo abandonado, cosas que tiene la principal arteria capitalina, lo moderno y lo antiguo, lo contingente de eternos trabajos y excavaciones y lo monumental e inamovible, dando una mirada democrática que necesitamos y deseamos. Sobre todo el dibujo, que aliviana las implicaciones.

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En “Memorias de un perro” por su parte, con dibujos de Adrián Gouet, el Santiago de la última década del siglo 18 reaparece lleno de opinión e indudable intención, lleno de una atmósfera existencial popular y dura, entrañable pero también violenta e irracional. Todos, incluidos los de arriba y los del medio, son bastos y brutales, mientras la lucidez y la bondad quedan marginadas a la misantropía. Estos aspectos desde luego vienen de la novela original de Allende, y uno de los méritos es que en efecto las viñetas nos hacen vivir y mirar la ciudad de 1890, porque la recreación de la época, con sus referencias visuales y culturales es notable. Desde luego, este mérito se debe a todo un trabajo de documentación e investigación de la literatura y particularmente de la fotografía, tal como lo dicen los editores en su página web, pero el estilo de dibujo juega un rol importante

Se trata por una parte de las calles, casas y veredas, de las perspectivas pobladas por los transeúntes, del adobe, la paja, el ladrillo, de las construcciones de un piso en lo que hoy es el pleno centro, o los edificios de tres o cuatro pisos, con sus toldos, con el sol y la lluvia. El primer cuadro es una gran vista general de la Alameda, desde la calle Morandé hacia el sur-oriente, que más allá de los edificios y espacios reconocibles, incita la imaginación sobre el tiempo pasado, esa época viva y terrible de entre siglos, donde se ubica la novela. El segundo cuadro son ranchos de los suburbios, donde vive Rompecadenas el protagonista. En mi opinión, un trabajo notable que no vale la pena describir, sino que hay que verlo y leerlo. Bellísima por ejemplo la secuencia de la lluvia y el recorrido nocturno por el centro, desde Santa Rosa al Mercado.

Pero por otra parte también están los personajes con los que Rompecadenas va pasando sus andanzas, en busca de vivir libre y tranquilo, pero con buena conciencia, y de no merecer el hambre y las golpizas por eso.

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En los dibujos originales con los que de Juan Rafael Allende ilustró su novela –excelentes dibujos– no aparece el entorno de la ciudad, siempre mencionada en el texto, sino especialmente los personajes, sus siluetas, sus estampas, que Gouet ha aprovechado bien. Pero hay además una vena caricaturesca del propio Gouet, que parece catalizar varias épocas y estilos de la misma tradición de la caricatura, partiendo por los mismos dibujos de Allende, y la caricatura de esa época, los de Moustache y hasta los estilos posteriores de Coke o Alhué, entre tantos otros. Comentar que Gouet deja en sus figuras muchos trazos interrumpidos, mucho trabajo para el ojo, no se entiende bien si por decisión o por indecisión, pero el conjunto se hace consistente. Cuerpos flacos y huesudos, o cuerpos redondos y abundantes, barrigas y chascas, sombreros de copa y efectos del alcoholismo, hombres, niños, mujeres y animales. Son notables, por ejemplo, las figuras, los rostros, los detalles y los gestos de los pordioseros del Mapocho.