EL DIBUJO DE DANIEL CLOWES

DAVID BORING. EL DIBUJO DE LA NEUROSIS POSTINDUSTRIAL

Iremos directo y sin preámbulos al grano, a nuestro grano que es el dibujo, y desde él unos alcances sobre la historia y los personajes, que se imponen sobre el dibujo, y que por lo mismo son los más comentados en otros lugares, y por otros lectores.
Los pliegues con forma de sables terminados en punta, los traseros caídos, los cuerpos grandes, las formas corporales grandes. Caras  espaciosas donde se centran rasgos pequeños, ojos, labios, detalles de las orejas Muchos rasgos como las cejas, los bordes del pelo, los volúmenes sombreados, están trazados en pequeños y finos achurados que “nadan” en los espacios blancos (achurados que son impecables y hasta increíbles en el sentido técnico). Se puede decir al revés, que los rasgos pequeños hacen también espaciosas y vacías las caras, así como las pequeñas cabezas hacen enormes a los cuerpos. La sensación de vacío en los personajes de Clowes concuerda con estos contrastes espaciales del dibujo. Si concordamos que los personajes de Clowes no expresan ni por asomo «la alegría de vivir», apoyado en ese supuesto acuerdo digo que su dibujo no expresa para nada la alegría de dibujar. Eso no significa que no sepa lo que hace. Por eso lo podemos llamar una neurosis (término quizá obsoleto para muchos) porque no hay placer, no hay libertad del trazo, pero hay en cambio un montón de significatividad y de funcionalidad en su modo de dibujar.

La línea de contorno se quiebra y ondula generalmente en cinturas, torsos, caderas o rodillas, perfilando los pliegues de la ropa. Es mucho menos frecuente que la línea se quiebre o se dinamice (se haga trazo) en quiebres y oscilaciones anatómicas. En sentido anatómico, esas irregularidades  en el contorno transmiten la sensación de carnes caídas, fláccidas. Es decir, aunque es arriesgado ponerlo así: no hay gusto o erotismo ni fantasía en el dibujo de los cuerpos. Ojo, esto es un antivalor. Todo tiene que ver mucho con los comics que respiran en Daniel Clowes. Esas referencias podríamos centrarlas en Jack Kirby, entendiendo con él los géneros rosa y superhéroes, que como vemos tienen familiaridad entre sí. No sé si Clowes es admirador de Kirby, no lo cito en ese sentido, sino como un configurador de los “clásicos”, tanto como un ampliador de los mismos, precursor de esta nueva época.

A veces hay fina descripción anatómica en los brazos y las manos, con la línea de borde que sigue los volúmenes musculares, sin ninguna exageración, pues se trata de brazos delgados, como los de David Boring. Allí se ve un cuidado amoroso en la descripción, que equilibra las descripciones más depresivas de las otras partes del cuerpo. Me refiero a algo que no es una “volada” pero que puede parecerlo si no estamos acostumbrados a hablar mucho de dibujo.  Describir un cuerpo en dibujo es ir trazando los bordes, los volúmenes, etc. En ese momento se siente (o no) la materialidad de un brazo, de una espalda, de un culo, en fin, es la anatomía, la carne, los huesos, gran pasión de muchos dibujantes por su eco erótico, gustable, saludable, y de otros por su expresividad.

Los musculosos personajes de los superhéroes son una mistificación erótica del cuerpo humano, como bien se sabe, así como clasistas en el antiguo sentido aristocrático son las figuras del comic rosa, que fue el estilo que tomó Lichtenstein ampliando a Jack Kirby o a otros dibujantes “por el estilo”.

La neurosis depresiva y sofisticada de Clowes no cabe allí, y el estrecho mundo de tales géneros estalla, porque no pueden contener “estos” contenidos. De este modo Clowes rompe y agranda los límites del comic rosa y superhéroes, y agranda el campo de lo que se puede decir en el cómic como tal. Pero no creo que se trate de una crítica al pasado, en el ya viejo sentido vanguardista, así como tampoco es solamente intertextualidad lo que hace. Más bien hay una declaración de gusto y fascinación probablemente biográfica, pero que tiene conciencia (conciencia dolorosa) de que esos comics no alcanzan a tocar los problemas de la vida real que zarandean a sus personajes. Para  describir las historias de Clowes podríamos pensar en la conocida y muy “usada” frase de  Sartre: “el infierno son los demás”.

Dentro de David Boring aparece por pedazos ese comic que se llama “Yellow streak and friends annual” enlazado de modo inventivo y brillante con la narración y los asuntos que se cuecen en la historia de David. Yellow streak cuenta en un estilo híbrido de superhéroe-rosa una relación matrimonial y un triángulo amoroso, de una mujer y dos varones, relación neurótica y loca, loca como Medea.  Tal historia es la que no cabría en esos géneros, pero Clowes no quiere en realidad satirizarlas, sino que las evoca ligado a ellas por la sangre, por genética (el padre de David las dibujaba), aunque tiene que romperlas a causa de su propia y mayor penetración en asuntos más verdaderos. (Es también otra época con su sensación de “progreso”, y con la influenca de la literatura del realismo sucio, eso está claro). Así, la historia de David es una enmarcación más compleja y amplia de los tópicos posibles en los cómics de Kirby. En cualquier caso, esto que digo queda muy nítidamente expresado en la carga destructiva de la madre de David y su odio hacia el Yellow streak dibujado por su marido. Las relaciones freudianas, lacanianas, o al estilo de los matrimonios  en las películas de Bergman  brotan en abundancia para quien quiera deleitarse en ellas. En realidad, esas relaciones amoroso-eróticas y existenciales entre los personajes (relationships) son el tema y el nudo de casi todo en David Boring y quizá en Daniel Clowes.

Algo parece indicar que el gusto y la belleza del dibujo de Clowes viene de los elementos basales de esos comics citados en Yellow Streak. Elementos que se hacen visibles por ejemplo en la perfección de los trazos, en la impecable nitidez de las escenas (figuras y fondos, perspectivas, contrastes de blancos y negros), así como en esos achurados tan suaves como escobillas de sedas, con trazos finos y valorados (variaciones de grosor entre las puntas y los medios), impecablemente controlados, súper regulares, muchas veces hechos con líneas finísimas. Solo se ven irregularidades a veces en algunos achurados más grandes los cuales se agradecen. Estos limpios achurados y rayitas son toda una tradición norteamericana, renovada actualmente, como puede verse en Charles Burns.

Excepción serían las texturas de los árboles hechas con otro trazo,  de “pincel seco”, es decir, secando el pincel previamente en un papel  absorbente, y usando el grano seco como efecto. Pero el trazado de estas texturas es también recto, ordenado, en líneas paralelas. Llamamos preciosismo al conjunto de estas cosas, preocupación por la perfección técnica de las imágenes y por provocar el efecto visual de superficies lustrosas. El punto es que dicha perfección técnica no podría tomarse como una “crítica” sino como una afirmación de la escuela estadounidense bien resumida y ejemplarizada por Kirby, Raymond, etcétera. Agrego a mis argumentos el detalle del dibujo de nubes de cielo, nubes de polvo, neblinas, hechas todas con cortos semicírculos regulares que varían en proporciones  e inclinaciones, pero no en su forma básica estricta de un semicírculo que se une a otro y a otro más, etc.

La iluminación policial, negra o de suspense nos lleva al cine, no tiene que ver con los estilos rosa-superhéroe, al menos no tanto. La sensación cinematográfica de Daniel Clowes es desde luego un asunto sobresaliente y muy mencionado. Creo que esto es  propio del cómic  que se llama independiente o pos-underground norteamericano, que tiene todo ese sentido cinematográfico. Julie Ducet, Seth, Chester Brown a su modo, secuencian de manera más cinematográfica que historietística. Pero en Clowes resulta ser un viñeteo o secuenciación obsesiva, con los marcos perfectamente rectos y pulcros trazados a regla, que pronto se hacen invisibles a favor de la continuidad narrativa. Las páginas tienen una “matriz” de tres corridas o tiras escrupulosamente seguidas de principio a fin, solamente variadas en los cuadros dobles (o de tamaño mayor) de los inicios de capítulos, y en las portadas y portadillas del libro.

Pero este asunto “fílmico”, así como los textos envolventes del narrador en primera persona, quedan para otra vez. Aquí solamente pretendí enfocar cuestiones de dibujo y formas, especialmente en David Boring. Agregar solamente que «eso» que cuenta el narrador es lo distinto, al dar al traste con la tipificación ya conocida de los personajes frustrados o neuróticos que salieron a luz y abundan desde el underground en adelante, más o menos.

Octubre de 2010