Alberto Montt ¿por qué?

Newton+gravedad

El humor opina sobre nuestra condición humana, sobre nuestra maldades y mentiras. ¿Cómo vamos a reírnos de nuestras bondades, de nuestras nobles integridades sin desenmascararlas como las maldades que también son? Los científicos envidiosos se ríen porque a Newton le cayó una manzana en la cabeza. Es el justo momento en que no hay sorna ni amargura, sino una lucidez sobre nuestra cómica condición trágica. El humor ilumina. De ahí concluir que Alberto Montt es un hombre lúcido. Adán interroga con la mirada a Eva por el corazón grabado en el árbol que dice “Juan y Eva”. Montt agrega a sus penetrantes humanidades otras ocurrencias siempre sorprendentes sobre la cultura, la literatura, las fábulas, el cine, los cómics, las redes sociales, los computer-games, los medios de comunicación. “Ya tienes que ir a dormir, no me hagas usar la fuerza” le dice Darth Vader a su hijo Skywalker porfiado. Montt pone un tema singular: dios y el diablo que se hablan en directo, como en el libro de Job, que viven y hasta duermen juntos, con los cuales derrumba muchas potestades de los sentidos comunes y los autoengaños. “Eres un tonto” le dice uno al otro “ahora se darán cuenta que somos ficciones.” En esta invención hay mucha latino-americanidad, que junto a sus ocurrencias sobre la vida moderna justifican su éxito. Demás está decir que no es un luchador social, sino que habla a gente más o menos cómoda. De cualquier modo, es poco lo que yo puedo agregar a sus elogios.

Sorprende entonces, aunque no hace reír, que Montt haya involucrado su nombre y su estilo para una campaña publicitaria oficial, a fines de 2015, que hablaba a los chilenos sobre conceptos de política como si fuéramos niños de diez años, y que nos trata derechamente de imbéciles, de donde se desprende una vez más que ésa es la opinión que el poder tiene de nosotros. Es cierto que Montt no es un humorista político, ni siquiera coyuntural, pero qué duda cabe que es un hombre lúcido, penetrante, y de ahí el problema. Son una serie de spots cuyo nivel intelectual es mucho menor al agudo ingenio que lo ha llevado al reconocimiento internacional como autor. Si en todos sus libros apenas entró en una u otra viñeta a la contingencia –y con gran agudeza– , ahora lo hizo casi de lleno y de un modo que descoloca, ya que es muy notoria la diferencia de lucidez entre su obra y esta campaña. El dinero, seguramente, explica la aceptación del autor, pero el dinero no es el problema sino aceptar la mentalidad que emana de esa campaña. Si se tratara de un producto comercial quizá los publicistas hasta tendrían la perspicacia de aprovechar mejor el ingenio de Montt.

Con esto se define por hechos reales, más que por referencias a Deleuze y Guattari, lo que en este y otros apuntes voy a querer decir con las palabras lucidez y realidad. Si lancé una piedra digo que yo participé más de una vez como dibujante de monos animados en cuestionables producciones publicitarias, como la del perro Mac Grauff de Paz Ciudadana. Y aunque fuera como empleado de tercera y décima línea de decisión, a ojos de dios y del diablo la falta es la misma, como bien lo sabe Montt.