Todo legal, todo necesario. El discurso oficial de la ocupación chilena.

EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [8]

En el primero de estos artículos me preguntaba por qué los historietistas chilenos se enclaustran hasta hoy día en la antigua resistencia Mapuche contra los españoles, ubicada entre 1500 hasta mitad de 1600, y también en la anterior resistencia a los Incas, pero no han querido abordar lo que vino después, a partir de la ocupación militar chilena desde 1859 en adelante. Dejaré para otro artículo las historietas que han cambiado el género guerrero por el de la magia y la mitología, probablemente otro modo de evitar el problema de fondo de la relación política entre el estado chileno y el pueblo Mapuche.

Entre las hipótesis decía que los historietistas chilenos no quieren identificarse con los Mapuche cuando los invasores ya no son los españoles con armaduras sino el ejército nacional, pero tampoco identificarse con los chilenos con armas modernas, trampas de abogados, o regalos de alcohol. Lo que está a la mano es la veta de las leyendas antiguas, guerreras o folclóricas. Decir esto por supuesto implica una crítica a la historieta chilena.

Los únicos lápices que hablan críticamente son los y las de origen Mapuche, por ejemplo Pedro Melinao con su humorismo gráfico y su historieta Kilapán, publicada en Mapuche Kimün, periódico editado por Farmacia Mapuche, 2004-2005, desafortunadamente difícil de conseguir. Agregar los comics y textos ilustrados en fanzines, que abordan el problema contamporáneo. Trataré de reunir más material de ellos.

Con la advertencia de que puede haber trabajos que todavía no he conocido o encontrado, entre las pocas historietas tradicionales que encaran ese momento histórico se cuenta el segundo volumen de Capitán Garra, de José Gai, subtitulada “Morirás en la frontera” (Tajamar, 2017), a cuya lectura dediqué ya un artículo. José Gai expone primero críticas severas a Chile y los chilenos, sin embargo al final las críticas definitivas las dirige contra los mapuches, usando como razón la bandera chilena ofendida y despreciada por los ellos, y reafirma al ejército nacional como heróico.

Hay otra historieta chilena que trata directamente la ocupación. Es el volumen o número 5 de La guerra de Arauco, con dibujos de Christian Olivares Salas (Vares) y textos [al parecer] de Matías Errázuriz Soza. (Sello Histocomix. Editorial Florencia, Chile, 2001). Aquí se presenta un discurso nacionalista cercano a los militares, lo cual se consigna en los créditos: “Certificado por Osvaldo Silva Galdames, Academia de Historia Naval y Marítima de Chile. Autoriza circulación: Dirección Nacional de Fronteras y Límites del Estado.” Se presenta también como material de apoyo educativo. Estos datos indican que la historieta habla el discurso oficial del Estado chileno.

Aunque otorga protagonismo y dedica los 4 primeros números a lo que llama “la heroica resistencia del pueblo Mapuche”, están siempre narradas desde la perspectiva “civilizadora” de los españoles, tal como hizo Ercilla en La Araucana, y en el volumen 5 define a la ocupación como un “deseo de integración definitiva”. También, como Erilla, nombra minuciosamente los apellidos, de ahí aprendemos que las familias más poderosas y los apellidos “aristócratas” chilenos no fueron ni estuvieron en el campo de batalla.

La guerra de Arauco de Histocomix son historietas interesantes como tales, entendiendo que su objetivo, como material educativo, implica que el relato sea llevado por recuadros de texto a veces demasiado largos. Aún así los episodios 2 al 4 ofrecen una lectura fluida, con buen ritmo y creación de tensiones a través de silencios, juegos de expresiones y escenas llevadas por diálogos, moderando el uso de los recuadros explicativos. Ese ritmo de lectura sigue tal vez hasta la primera parte del volumen 5, con la resistencia liderada por el Mestizo Alejo y por Misqui, pero al abordar la última etapa de relaciones entre españoles y mapuches recurre al resumen, primando los recuadros explicativos y las viñetas como ilustración. Consecuente al discurso histórico oficial, se destaca la política de Ambrosio O’Higgins de “asimilación a través de la civilización y el comercio.”

A partir de allí la historieta aborda la relación de la nueva república con el pueblo Mapuche con un dibujo alegórico que junta las figuras de Lautaro y Valdivia como los formadores de la “raza” o el pueblo chileno, representado como típica escena de gloria militar. El recuadro de texto dice lo siguiente: “El dominio mapuche de la zona del Bío-Bío continuó inquiebrantable a través de los años, y en 1810 comenzaron a colorear las primeras luces de independencia para los criollos hijos de la Araucanía y España. Luego de heroicas jornadas llenas de sacrificios, desesperanzas, fe y victoria, la llama de la guerra de arauco pasaba sangrando, como una herencia, a las manos de una nueva nación soberana…Chile.”

El recuadro es ambiguo, pero puede entenderse que la “guerra de arauco” fue continuada y llevada a su cumplimiento por los “criollos”, o sea los hijos de Lautaro y Valdivia. Sin embargo ¿por qué habla de una “herencia que sangra”? Mi hipótesis es que quiere decir que la libertad del enemigo común, España, ya fue ganada por los criollos, y desde ese momento la resistencia mapuche está fuera de lugar, se convierte en guerra entre hermanos, o guerra fratricida. La lectura nos ayudará a argumentarlo.

Se comienza a rebajar sutilmente la resistencia Mapuche que antes había sido representada como orgullo de la raza contra los extranjeros. Cornelio Saavedra, pintado como un militar intachable, comienza la entrada en el territorio en 1859. Para el año siguiente, dice el texto, no se había avanzado un metro a causa del “asedio indígena promocionado por caudillos liberales y forajidos asilados entre los mapuche”. Además, el ejército comete errores y debe enfrentar el invierno y la falta de recursos (p.17-19).

Se representa a Orélie Antoine como un pusilánime, patético en su cobardía, incapaz de sostener su palabra e irresponsable de sus actos. Es diagnosticado como “orate” por una junta de médicos chilenos. Los caciques obviamente se desilusionan, pero volverán a creerle diez años más tarde. 

El ejército avanza fundando fuertes militares, ofreciendo a los mapuche comprar o arrendarles las tierras, en toda regla, con transparecia. En 1862, el cacique Tintre, ofuscado por no poder hacer otra cosa, le regala la tierra a Saavedra, “para que la trabajen” (p.22).

Lo que antes pudo ser legítimo, ahora resulta moralmente sospechoso, por ejemplo, Quilapán quiere iniciar ataques a los fuertes de “don gobierno” aprovechando la coyuntura de la incursión de la escuadra española en 1865. Aquí Histocomix argumenta por primera vez la división del pueblo mapuche entre tribus que aceptan el orden, y otras que como se verá ya no son bravos defensores de la libertad, sino más bien empecinados y mafiosos. Se le enfrenta el anciano toqui Colipi con una frase singular: “ yo no me uniré a ti, yo le soy fiel a Chile”. Quilapán con expresión de rencor amenaza a Colipi, y luego quema sus ranchos y roba sus ganados. Colipi responde con la misma moneda. El discurso de la historieta dice que el ejército interviene “decidido a calmar la tierra y evitar que una sublevación tome cuerpo.” Aquí hay una elipsis, no se cuentan las acciones de paz y prevención, sino que pasa a ilustrar nuevos avances fundadores del ejército. Se funan fuertes militares, pero referidos como obras de civilización.

No pongo en duda la existencia de Colipi ni de su frase. Histocomix tiene una base histórica de fuentes militares. Contraponerla con otras fuentes no puedo hacerlo por respeto y por mi propia ignorancia, pero también porque no tiene mucho sentido ir a un debate externo por documentos históricos, sino que es más pertinente analizar su propio discurso, contraponerla consigo misma y con otras historietas. 

En este momento (1865), Quilapán “desesperado” reúne apoyos y comienza sus ataques, con destrucción del fuerte Curanilahue y robo de caballos. La reacción chilena, dice el texto, es para recuperar los caballos, y se narra el enfrentamiento, en el cual el coronel Lagos retrocede a bayonetazos “para salvar a sus hombres.” “Nuevos robos de ganado y ataques a pobladores chilenos se sucedieron en los meses siguientes.” Otro ataque es “heroicamente rechazado por el capitán Eleuterio Ramírez y sus 150 infantes del 2º de línea” (p.26). La palabra heróico ha cambiado de bando. Es obvio que Quilapán no es un héroe para Histocomix. 

Los chilenos reconstruyen, enfrentan a las “tribus rebeldes”, tienen ayuda de tribus y caciques aliados, uno de ellos muere en batalla, hacen incrsiones con “guerra de recursos” graficada como quema de siembras, sin humanos ni animales víctimas. Esto mientras siguen construyendo obras de civilización. Solamente en un recuadro dice o admite que las obras tienen fines militares (p.30 arriba izquierda). 

En 1869 los mapuches incumplen conversaciones de paz, en 1870 se retiran sin aviso de un parlamento con Saavedra, que los ve irse estupefacto, tomándose la cabeza. La razón es la segunda visita de Orélie Antoine. Ante esto Saavedra reprende a los caciques y ofrece “dos almudes de pesos” para quien le traiga su cabeza. Los caciques se miran entre sí en un cuadro ambiguo, no se sabe si les ronda la codicia, pero no parecen despreciar la maniobra de Saavedra, que queda entonces como táctica de buena lid. El “rey” se entera en el cuadro siguiente y emprende allí mismo una caricaturesca retirada delante de Quilapán. “Pero el toqui ardía con fuerzas” “¡Basta ya! –dice– ¡Yo mismo me haré cargo!”

Vemos a Quilapán liderando hasta el final de sus días “malocas” contra los colonos. Esa fue al fin y al cabo la resistencia de Quilapán, según Histocomix, hechos menores, casi viles, y el ejército respondiendo con mesura y bravura heróica. Es el momento de preguntar de dónde sale o de dónde emerge este relato, y la respuesta ya la sabíamos: desde la historia militar chilena. 

No es la misma calidad humana ni militar de los anteriores Toquis legendarios. Los “asaltos a convoyes de carretas, ataques a fundos y poblados, robos de animales y corte de comunicaciones” casi siempre graficados con fuego, no tienen el nivel de los de la leyenda, aquellos episodios que Histocomix tituló: “El Toqui legendario” (vol. 2), “Tiempo de epopeyas” (vol. 3) o “La frontera indomable” (vol. 4), pero cuando incluso se trata de las mismas acciones guerreras (asalto y destrucción de fuertes, combates y batallas), no valen igual contra Chile que contra los españoles. 

De esta manera el discurso construye lo que podría llamarse la “integración” ya no solamente del territorio y el pueblo, sino de la guerra de Arauco, para quedar en popiedad de Chile.

El concepto “integración” evita hablar de “pacificación”, palabra que usó antes el discurso oficial con aundancia, porque ese término (no soy yo el que cambia las palabras) ya no parece adecuado o políticamente correcto para el lenguaje del siglo 21. Cambiar la historia a través del lenguaje es lo que Europa quiere hacer desde 1992, desechando su propio concepto antes orgulloso de “descubrimiento” y “conquista” por el del “encuentro de dos mundos”. Así, el lenguaje oficial chileno cambia la historia siguiendo al lenguaje oficial internacional, que se propone a sí mismo como la realidad.

Mientras Quilapán infunde terror incendiando todo, los militares chilenos, abnegados, pacientes, construyen puentes y caminos, senderos en la selva impentrable, levantan el telérgrafo y las vías férreas, hasta se diría que ayudan a las abuelitas. La obra chilena es civilizatoria, la resistencia de Quilapán es retrógrada y salvaje. Aunque el antiguo discurso de Civilización versus Barbarie está también en desuso debido a su obvio racismo, en el relato chileno sigue siendo ideológicamente estructural. 

Pero se relata la muerte de Quilapán con respeto: “el último Toqui se había ido”, pues se trata de que los niños puedan enorgullecerse de la legendaria resistencia como una historia integrada a la historia “mayor” del país. Esto es lo que dice el recuadro de texto final de la historieta: “La historia de los guerreros del Reino llegaba a su fin…Nuestra tarea ahora es proteger su cultura, fomentando su desarrollo e identidad y, al mismo tiempo, enorgullecernos de llevar su misma sangre.” (p.40).

Hay un solo cuadrito o viñeta donde se reconocen problemas, cuando en 1879 el ejército se desplaza a la guerra contra Perú y Bolivia. El texto dice: “El ejército fue reemplazado por unidades cívicas de la Guardia Nacional. Esta sustitución de la autoridad desató una interminable ola de crueles abusos en contra de los mapuche.” (p.34) Es obvio que el ejército queda excusado, pues los abusos fueron obra de civiles investidos de autoridad. Civiles y políticos son desconfiables. La situación ocasionó la última rebelión de un Quilapán ya encanecido, preámbulo para representar su muerte con solemnidad. Pero en ella sus guerreron lo siguieron “obligados por el juramento legendario de la resistencia eterna.”

La representación de los personajes del gobierno y del ejército, particularmente la de Cornelio Saavedra, es la de hombres blancos intachables, respetuosos, razonables, de apariencia varonil y sobria, siguiendo el molde de los manuales de historia oficial. Estas representaciones construyen el gran “personaje” subyacente del Estado chileno. Las implicaciones significantes de las escenas que se escogió narrar, y la forma en que son narradas, son bastante obvias. 

Dedicaré el próximo artículo a otra historieta que ve las cosas de modo bien distinto. Dejo los vínculos de los artículos anteriores

Textos de base y ausencias de Chile

Influencia del asesinato de Camilo Catrillanca

Vueltos al pasado / El escudo de Colo Colo FC

Morirás en la frontera / Capitán Garra


Ilustraciones de El Cautiverio Feliz


Quilapán, de Jorge Lillo. Un aporte a la ecología social

La historia del pueblo Huilliche