EL BRUJO , de Carla Berrocal

Edicions de Ponent, Alicante, España. 2011.
Edicions de Ponent, Alicante, España. 2011.

El Brujo, tebeo de Carla Berrocal editado en un hermoso libro por Edicions de Ponent. Quisiera hablar algunas cosas acerca de él, y algunos alcances a partir de él. Introduciendo muy brevemente, se trata de las correrías de Porfirio Pillampel, brujo de la isla de Chiloé, del sur de Chile. Ser brujo es estar enrolado de por vida en la llamada Recta Provinicia, o “la mayoría”, que es la asociación y el orden de su mundo en el Chile austral, mundo con diabluras y humor (recordemos y recomendemos, de paso, la notable serie de cuatro telefilmes de Raúl Ruiz: La recta provincia, de 2007, versión también libre de historias y cuentos de brujos chilenos, con una idea de cultura que creo es similar en varios aspectos). Según la definición que nos da Carla “…Para ser brujo hay que pasar una serie de pruebas. Se prefieren a los indios antes que a los blancos. Aunque firman un pacto con el diablo, son fervientes cristianos. Imparten justicia allá donde se necesita, pero también son crueles con sus enemigos.” Pero Pillampel quiere renunciar a “la mayoría”, porque si bien una vez convertido en brujo puede tener todo lo que un hombre pudiera desear, él ya no desea nada, porque entre esas pruebas que debió cumplir ha matado a su mujer, Amaranta Catrilef. Es el punto de inicio de la historia.

Noche a bordo del Caleuche
Noche a bordo del Caleuche

La manera de trabajar el tema merece comentario, como diría el mismo Ruiz. La autora nos dice que lo que quiere es ayudar a que las leyendas de Chiloé no se olviden. Su personaje, Porfirio, hace un tránsito, un recorrido entre la vida y una rara muerte, muerte entre comillas quizás. En ese viaje a Cau-Cau, donde se pone el sol en el inmenso pacífico, y que en la tradición es el lugar hacia donde se va a morir, Porfirio va encontrándose con los personajes tradicionales de la mitología chilota. Llegados a este punto, donde es tan frecuente que se hagan descripciones de lo “típico” (de qué se trata, cómo se comporta, etcétera), Porfirio simplemente vive historias con ellos, historias casi cotidianas, muy envolventes, que nos llevan a sentir o percibir la manera de ser de la gente que, en su época, fue imaginando y concibiendo estas leyendas. Unos días antes de conocer El brujo, escuchaba a alguien (yo soy muy malo para recordar nombres) acerca de la relación entre Chiloé y la provincia española de Valencia. Valencianos fueron bastantes de los españoles que se quedaron a poblar Chiloé, por su parecido climático y geográfico. Se lo mencioné a Carla, y me di cuenta con gusto que ella sabe bastante más del asunto. La imaginación de esta parte española, mezclada con la indígena, dio fruto en una cosa nueva: la cultura tradicional chilota. Lo que quiero decir es que, aparte de hacer actuar algunas de las figuras  de esa mitología, El brujo puede hacernos sentir la manera de ser de la gente antigua, su mundo desenfadado y también aterrador, y nos lo hace percibir, pues se debe a ese sencillo y verdadero origen que tales leyendas siguen vivas y nos resultan fascinantes.

La Recta Provincia, Raúl Ruiz
La Recta Provincia, Raúl Ruiz

Esta culaidad viva de El brujo, tiene que ver con lo envolvente de las historias, con su discurrir fluido y sin altisonancias dramáticas ni cómicas, sumado a la belleza visual del dibujo y el color. Pero además creo que se trata de una concepción de la cultura. Es probable que para nuestra autora el propósito de dar a conocer Chiloé no sea exhibir o poner en un escenario sus figuras, concibiéndolas como monumentos, como patrimonios intangibles, pero aisladas de la gente real que las creó. Porque esa gente antigua, que vivió antes sobre la misma tierra, que tuvo una manera de ser creadora, es el centro de interés. No se trata de rescatar solamente lo imaginado sino la imaginación que lo imaginó, la forma de ser de ellos y ellas. Quizá partes de esa cultura ya las hemos perdido, pero me parece que Carla llega a hacer que escuchemos su respiración viva. En esto podemos relacionarla con la idea de la cultura que hay en las películas de Raúl Ruiz.

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despertando de la noche del Caleuche

Respecto a la narración, desarrolla su historia en forma tradicional –por un momento– y de pronto salta a cuadros que ocupan toda la página, o la doble página, pero no se trata de momentos especiales o lucimientos, sino que parecen ser simplemente los cuadros que allí corresponden, trabajados con mayor o menor detalle en relación a lo que necesita la narración. Por ejemplo, puede ser sólo la cabeza del personaje diciendo algo. Pero en ese movimiento logra sacar afuera y ampliar la idea del cuadro del cómic. En ese sentido lo primero que yo pensaba es que se mezclaba la forma narrativa de la historieta y la del moderno libro ilustrado. Aunque después me doy cuenta que ella siempre prefiere que la narración y el diálogo sean el de un tebeo. No se tienta a narrar como un libro ilustrado, aunque por sus bellos dibujos puede hacernos detener si quiere en ilustraciones de tiempo “ilustrativo”, silenciosas. Así son los cuadros pintados en acuarela, por ejemplo, o sus  dibujos del mar.

Carla es una excelente dibujante, con mucho de espontánea, y además, colorea muy bellamente, da gusto y alegría sensible.

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puede ser espontáneo

En mi opinión modesta, el espontáneo es uno de los modos más valorables del dibujo. Hay otra vertiente, idea, o sangre que es constructiva, correctiva y a fin de cuentas no espontánea, que parece ejemplificarse cuando el boceto previo es muy acabado, o cuando hay una planificación cuidadosa de la composición. No se trata de que estos artistas no tengan facilidad, o no trabajen con rapidez (porque el punto no es la rapidez), sino que el trazo obedece a una intención bastante más premeditada, que controla más el movimiento del brazo, y que a veces elabora con paciencia cada centímetro de la superficie, y lo que es más decidor, cada centímetro de significación y simbolización. En el caso del cómic pienso, naturalmente, en la corriente tradicional de Foster-Raymond a Hergé, Giraud o las ilustraciones trabajadísimas de los actuales dibujantes de superhéroes. En el caso de la ilustración pienso en Giger, en Frank Frazetta, en fin, mientras la pintura hay toda una historia de la representación pre-fotográfica. Pero el dibujo espontáneo en el cual pienso, uno de cuyos ejemplos internacionales puede ser Quentin Blake, y que en la pintura es más complejo (De Kooning, por ejemplo) se hace cuando el movimiento del brazo –y del cuerpo por su intermedio– está buscando una armonía, un contacto más horizontal, sea con el ser, con el pensamiento, o quizá con algo “afuera”, de modo que muchas veces la desproporción y la sencillez sorpresiva de las figuras, es resultado de la libertad del trazo, de la alegría del trazo en nuestro caso, pero no de la pérdida de importancia de la figura que está dibujando. Cuando el resultado es bueno para uno mismo –y eso es bien difícil– se aligera el peso de los símbolos, de las implicaciones e interpretaciones de las figuras, algo muy, muy grato.

puede ser espontáneo
puede ser espontáneo

No se trata de decir ni decidir que una de ambas formas de dibujar (que no son las únicas, naturalmente) sea la más pura, la más difícil, o la más de algo que la otra. Solamente intuyo que el dibujo espontáneo, en su rigor, implica el “estado de alma” de quien dibuja, por decirlo con mucha sencillez, y que su duro trabajo es armonizar, hacer fluir –si se quiere verlo esotéricamente–. Aquí me refiero a una espontaneidad que llamaría liviana, alegre, más propia del dibujo por si mismo  y de la ilustración, sabiendo que con la mención de De Kooning, entre otros y otras artistas, mencionamos otra manera más seria o más profunda respecto a nuestra oscuridad humana, y que por lo mismo implica el dolor.

Estupendo trabajo el de El brujo. Agradecimientos como siempre a Carlos Reyes G.