SOBRE EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [4]
Otra vez con una tardanza de cerca de dos años. Puedo ser responsable de no haberla conocido antes, aunque no de las limitaciones económicas.

Sobre el tema Mapuche en las historietas chilenas, Capitán Garra 2. Morirás en la frontera, de José Gai, editada por Tajamar Editores en 2017, es un aporte importante, porque expresa la memoria de la guerra chilena contra el pueblo Mapuche de fin del siglo XIX desde la perspectiva de un autor chileno, cuya ausencia había criticado en el primer artículo sobre este tema, y es destacable que esa perspectiva implique revelar “espacios y acciones poco consignados en la historia y los registros oficiales”, como dice el texto al final del libro.
Esta mirada es distinta a la perspectiva de otras historietas (pienso en Mocha Dick) que dicen ponerse del lado de los mapuches, pero que más bien reflejan solamente el buen tono y la corrección política al uso. Esas reivindicaciones se demuestran poco confiables porque evitan sistemáticamente poner en escena la memoria de la “pacificación”, o sus problemas no resueltos hasta hoy día, quizá creyendo que recrear circularmente las leyendas y mitos mapuches es suficiente como reivindicación o como gesto político. Diremos que para los historietistas e ilustradores chilenos sacar el cuerpo al problema había sido algo natural, pero para hoy día es la mantención de esta actitud lo verdaderamente preocupante, problema en el cual desde luego me incluyo.
Creo que destacar este aporte de Morirás en la frontera es lo primero, y las apreciaciones y críticas a favor y en contra de su estilo y su discurso no pretenden hacer olvidar esa primera importancia.
Puede decirse que la perspectiva del autor y de su personaje sobre la cuestión Mapuche queda finalmente en la indecisión, y está bellamente expresada en la página 122, es decir que esta indecisión no es un demérito narrativo ni un engaño a los lectores, al contrario, se la siente como uno de los aspectos más interesantes. Pero por otro lado hay varios momentos en los cuales la idea nacionalista del autor amortigua esa cualidad indecisa, más si se trata de un nacionalismo militarista, como ya habíamos visto en el primer episodio ambientado en la guerra contra Perú y Bolivia.

Sobre el conflicto, nos presenta alternativamente hechos y razones para uno y otro lado, pero en mayor número las injusticias cometidas por el Estado y el ejército chilenos, lo que impulsa al protagonista y su ayudante a aliarse con Felipe, el líder guerrero mapuche, en su intento de reorganización militar, hasta llegar a la batalla que libran con el pelotón chileno. Dado que la mayor parte del relato lo ocupa este proceso, y dado también que José Gai despliega un buen oficio narrativo y de dibujo, nos identificamos con este lado, porque vivimos allí la aventura y la desventura, hasta el punto de que no cabrían dudas respecto a que la simpatía por la causa Mapuche es la razón de ser de este episodio. Contamos, por supuesto, con que el protagonista se envuelve en la lucha por un motivo egoísta –no colectivo como había hecho contra Perú y Bolivia–, ya que su enemigo personal, el traidor Malebrán, ha de encontrarse entre la tropa chilena, no entre los mapuches. Tampoco eso quita interés, sino que pone los elementos de lo que arriba llamaba la indecisión como motivadora del relato. Que la batalla pueda ganarse o perderse depende del oficio del autor, pues nadie espera que la historieta contradiga a la historia para “darnos un gusto”. Todo eso está muy bien narrado.
El problema de Morirás en la frontera, que limita un poco su potencial (el cual arranca desde la tradición aventurera de la mejor historieta clásica), en mi modesta opinión es esa otra parte nacionalista, que no refuerza la indecisión, sino que agrega innecesarios elementos de ambigüedad.
Quiero decir, la historia va derivando hacia una estructura ideológica bastante conocida, la de presentar en primer lugar las fallas y mentiras de un sujeto o institución, para luego durante el relato ir alegando en favor de ella, hasta absolverla, o al menos hasta perdonarla. La ideología de las “manzanas podridas” aquí aparece en su maniqueísmo. En este caso, las injusticias y los robos van quedando progresivamente sobre los hombros de aquellas manzanas podridas, hampones enquistados en el Estado y en el ejército, y el avance del ejército es más o menos justificado por un recuadro que informa el objetivo «mayor» de defender las fronteras chilenas de las entradas de los militares argentinos. Este último punto indica la posición ideológica final.
Esta convicción nacionalista se expresa con cierta desnudez en el segundo párrafo de la contraportada, que acá transcribo, el cual quizá no fue escrito por el mismo autor:
“un mundo en formación: el de una Araucanía por primera vez chilena en la que se construyen fuertes y fortines, puentes y caminos, líneas de ferrocarril y telégrafo, impulso que bien puede hacerse parte de la dicotomía «civilización y barbarie» y que en este volumen se concretará a punta de sangre y bala.”
No quisiera “espoliar” ni abundar en ejemplos de este nacionalismo que habla de civilización o barbarie, solo me permito mencionar dos momentos: el primero la página 79, la ensombrecida expresión de Garra ante la rasgadura de la bandera chilena y la reivindicación de una bandera roja que hace el mapuche, donde, por supuesto las connotaciones colorísticas son muy claras. Garra no protesta, pero de ningún modo aprueba, pues en páginas anteriores hemos visto el respeto nacionalista por la bandera chilena. El mapuche, por consiguiente, queda cuestionado.

El segundo, la revelación de que Garra es hijo de un oligarca tradicional, y que ese padre sea el jefe de los hampones, implica cierta crítica a la estructura social y política (y en consecuencia en favor de los mapuche), pero ese padre es finalmente la gran manzana podrida contra la cual el hijo siente repugnancia. Las estructuras autoritarias se subjetivizan, dependen de los individuos, y de este modo el caso funciona más bien como metáfora (o deseo de metáfora) del reemplazo de viejas generaciones corruptas por nuevas generaciones honestas y progresistas en la historias nacionales.
Agregar, respecto al arte de José Gai, el equilibrio y mesura de los motivos personales e individualistas que mueven a los personajes, la equivocación de la vieja mapuche en su profecía de muerte, que da lugar a una muerte simbólica, y al peso de conciencia, buenos elementos de subjetividad más genuina, que el personaje gana también en buena lid, o sea a través de la narración, y el muy buen manejo narrativo de trancos largos, aunque a veces sus elipsis quedan bruscas, sin ligamentos entre sí.
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