LA PALABRA DEL BLANCO

No confiamos en las historias oficiales

EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [9]

Lectura comparada de La Integración con Roi des Mapuches

En el artículo anterior leímos La integración de Vares y Errázuriz, editada por el sello Histocomix, que nos presenta una versión aprobada por autoridades militares de la invasión chilena a los territorios mapuches o Wallmapu a partir de 1859. La entendemos como un “discurso oficial”. 

Aparte de la historieta Kilapán, de Pedro Melinao, de la cual no he podido leer más que algunos fragmentos en su blog, he hallado otra historieta que trata críticamente el tema de la ivasión chilena de los territorios mapuches: Roi des Mapuche. Tomo 1. “La traversée des vastes pampas”, de Christophe Dabitch y Nicolas Dumontheuil, editado por el sello francés Futuropolis en 2021. Trata del segundo intento de Antoine de Tounes, modesto jurista de la localidad de Périgueux, autodenominado “Orélie-Antoine Primero” de llevar a cabo su objeto de convertirse en “rey de la araucanía”, aliado ambas veces al parecer con el toqui Quilapán. Conozco solamente este tomo, gracias a la biblioteca del Instituto francés de chile y me refiero a él. De acuerdo a la internet de Futuropolis, la serie tiene dos tomos. 

Aquí una brevísima lectura comparativa sobre puntos críticos para nuestra búsqueda. 

Mientras en una viñeta de La integración se dice que, en ausencia de los militares que han partido al norte, los civiles dejados como autoridad cometen acciones que dañan y hacen reaccionar a los mapuches, en Roi son desde antes los militares quienes impulsan desde las sombras las tropelías civiles, como represalias. 

En las páginas 28, 29 y 30 de Roi, hay un “malón” de mapuches contra un rancho de colonos chilenos, en el cual el hombre (Enrique) es asesinado, la casa incendiada y los caballos robados. Sobreviven la mujer y los hijos que no podían enfrentarlos. La violencia mapuche no se sugiere sino que se muestra. En la página 30 hace su aparición Cornelio Saavedra, el intachable general de La Integración, cuyo ayudante le informa que han sido cuatro familias atacadas y dos muertos. Saavedra, distante al lenguaje de “La integración” dice: “Basura de indios”. Luego consuela a la mujer “No tenga miedo, esta tierra es nuestra, usted recuperará su hacienda, nosotros no dejaremos hacer a esta horda de bárbaros.” 

Roi des Mapuches, p.28
Roi des Mapuches, p.29
Roi des Mapuches, p.30

En la página 31 Saavedra hace venir a un tal Jesús, no se saben más datos sobre este personaje, a quien le encarga “dar una lección a esos salvajes. Los que se esconden en la capital decididamente no entienden la situación. Por cierto su misión es confidencial, ojo por ojo. Buena suerte.” Y le paga por adelantado.  Saavedra, mirándolo salir del fuete con su banda, le dice a su ayudante “Las ovejas negras del parlamento quieren que los indios tengan los mismos derechos que nosotros. ¡Dios mío! Pero si este es el sur, la ley no ha llegado todavía aquí.” Su desdén sobre políticos en desacuerdo con sus objetivos se confirma. En este tomo no hay un correlato de esta diferencia con los políticos, hoy a nosotros nos puede sorprender, y la ponemos en interrogación. Sigue una secuencia donde la banda masacra alegremente a un poblado Mapuche. 

Roi des Mapuches, p.31
Roi des Mapuches, p.33

Mientras en La integración Saavedra y los altos oficiales dicen sin variaciones frases racionales y tranquilas, hoy políticamente correctas, es decir frases de los libros de historia oficial, en Roi hay un lenguaje más cotidiano y reconocible, por consecuencia un pensamiento más realista. Pienso en los colonos de ese tiempo y en los chilenos que odian a los mapuches hoy en día, si acaso dicen y piensan frases tan elegantes o en realidad dicen lo que dicen, incluso en público. 

Veamos la escena o capítulo 5: “La palabra del blanco”, según Le roi es la palabra manejada, mejor dicho la doblez del discurso, cuando los chilenos parlamentan con los mapuches. En La integración, ofrecía precio justo por venta o arriendo, de lo que debíamos inferir que ante la negativa se retiraría pacíficamente, o sea civilizadamente. Pero lo que se muestra es que los mapuches entregaban sus tierras en plazo indefinido, porque los blancos eran capaces de trabajarlas y ellos no, o por otro lado, que actuando sin transparencia ni previsión, lo dejaban “plantado”. De hecho, no hay en La integración ninguna secuencia donde presenciemos un parlamento mapuche-chileno. 

En cambio, el parlamento escenificado en Roi es el siguiente, inciando Saavedra: –“La palabra va mejor que las armas … la república chilena los considera como sus hijos si ustedes aceptan las reglas que ella dicta para el bien de todos. Debemos olvidar la sangre vertida para ir hacia un futuro común… Para la república, la propiedad es la base de la civilización.” –Cacique: “Nosotros no queremos la guerra, nosotros vivimos aquí desde siempre. La tierra no pertenece a nadie, ni a nosotros ni a la república chilena, pero ella nos habla a nosotros, Mapuche.” –Saavedra: “Tienen el derecho de vivir aquí, pero otros también lo tienen. La tierra es bastante grande para todos.” –Cacique: “¿Por qué ustedes envían siempre más extranjeros que cercan las tierras con alambres? ¿Por qué dejan que bandidos maten en nuestros pueblos?” –Saavedra: “Si terminan los robos de ganado y los ataques, terminarán también las represalias. Les propongo un tratado de paz.” –Cacique: “Si desean vivir en paz con nosotros, somos nosotros quienes les ofrecemos esa paz. Pero dejen nuestro suelo libre, no traicionen más sus palabras, porque si tal es el caso, continuaremos la lucha hasta la muerte.”

Roi des Mapuches, p.39
Roi des Mapuches, p.40
Roi des Mapuches, p.41

Al final, Saavedra no consigue doblegar los argumentos. Entonces sus soldados reparten botellas de alcohol que sacan de cajas repletas. Los mapuches las reciben. Ahora Saavedra, en encuadre cerrado, le habla de nuevo a su ayudante: “Observe bien a los orgullosos Mapuche. Dentro de una hora verá patéticos náufragos (patéticas ruinas).” (p.41).

La secuencia siguiente “El viento de la pampa”, en la cual Orélie llega a Buenos Aires y emprende la travesía de la pampa para atravesar la cordillera con Quilapán, muestra a los colonos argentinos cazadores de orejas, las que cuelgan en cuerdas, son trofeos pero también se paga por ellas. Luego vemos al ejército argentino desplazándose por un río o lago en balsas cargadas de cajas con botellas de aguardiente, y simplemente ofreciéndolas de regalo a los Mapuche. Ellos las toman encantados y los vemos caer a tierra arrastrándose, náufragos borrachos, ante el enojo de Orélie, que ve la trampa. Continuando los diálogos de la secuencia anterior, Orélie les pregunta “¿Ustedes están orgullosos de ustedes? Valen menos que cadáveres. ¿Ellos vienen, les abren las botellas, y ustedes olvidan quienes son?” (p.72) 

Roi des Mapuches, p.70
Roi des Mapuches, p.72
Roi des Mapuches, p.73

Hasta aquí las cotejaciones que creo más relevantes para nuestro tema. Desde el principio surge la pregunta de cuál de las dos historietas es históricamente más veridica. Por mis limitaciones y mi honestidad, no puedo abordar una discusión de documentos históricos, que ambas suponen aunque ninguna detalla, pues tampoco se trata de historietas documentales y no debe exigírselo. Lo que sí puedo hacer es leer en cada una su verosimilitud en cuanto relatos gráficos. 

Las dos historietas son tradicionales en su forma, con grilla de cuatro filas o tiras, y hay ciertas semejanzas en sus estilos de dibujo. Roi tiene un imaginario más influido por el género western, mientras La Integración probablemente sea más fiel en las ambientaciones.Pero Roi des Mapuche es más moderna en su visión del problema, en el tratamiento de los personajes y en su estructura narrativa. Desde luego ambas también tienen una matriz nacionalista. No pretendo decir que una historieta francesa sea más moderna que una chilena porque pertenezca a una tradición mucho más favorecida, de uno de los países colonialistas y explotadores del mundo. El asunto que me interesa es la contraparte que Roi des Mapuche hace al tema de la ocupación de tierras, los métodos con que fue hecha, y la ideología que la impulsó, que en La Integración es presentada como intachable en términos éticos, morales y militares. 

Según el duscurso cuidadosamente elaborado por Histocomix, desde el siglo 19 la nueva república chilena hereda la tradición heróica que los mapuches han construido, pero han ido perdiendo en el sentido moral, el más importante de los sentidos para la tradición militar y popular, y en base a ese supuesto moral quiere justificar su discurso.

Roi des Mapuche presenta la perspectiva de Orélie Antoine, mostrando su raro estado mental, su locura, pero también sus ideas políticas no tan desajustadas de la realidad. En cambio, Histocomix simplemente lo cancela con la etiqueta de “orate”, con la cual, siguiendo las implicaciones, se descalifica a Quilapán y a la rebelión mapuche contra la nueva república chilena, pues en vez de mantener su heroica tradición hace alianzas con un oportunista cobarde, un hombre que aparte de su necia ambición personal no tiene ideas, según Histocomix.

Las historietas de Histocomix, aunque publicadas en años recientes, son más antiguas, unidimensionales, sin hacerse cargo de las contradicciones, y siempre definiendo un modelo de moral intachable, para los españoles, para los mapuches, y para los chilenos que heredarían lo mejor de ambos. En La Integración el toqui Quilapán, que resiste a “don gobierno”, se desajusta al modelo con acciones ambiguas y estrategias menos honorables. Esto obedece a que los narradores quieren separar sutilmente a Quilapán de la tradición de los Toquis anteriores, sugiriendo que su lucha ya no correspondía a los tiempos, idea que hoy es corriente para justificar la quita de tierras. Lo plano o unidimensional, la seriedad solemne, heróica, etcétera, de unos, y la descalificación para aquellos “desajuntados”, en fin el recurso a los estereotipos es una idea más antigua de contenidos.

También es interesante por lo mismo comparar la entrevista o interrogatorio de Saavedra con Orélie, en Roi, absolutamente política, con debate de ideas de la época, distinto al Orélie incapaz de argumentar nada frente a los impolutos militares chilenos pintados por Histocomix.

EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS

1. Textos de base y ausencias de Chile

2. Influencia del asesinato de Camilo Catrillanca

3. Vueltos al pasado / El escudo de Colo Colo FC

4. Morirás en la frontera / Capitán Garra

5. Ilustraciones de El Cautiverio Feliz

6. Quilapán, de Jorge Lillo. Un aporte a la ecología social

7. La historia del pueblo Huilliche

8. Todo legal, todo necesario. El discurso oficial de la ocupación chilena.

Todo legal, todo necesario. El discurso oficial de la ocupación chilena.

EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [8]

En el primero de estos artículos me preguntaba por qué los historietistas chilenos se enclaustran hasta hoy día en la antigua resistencia Mapuche contra los españoles, ubicada entre 1500 hasta mitad de 1600, y también en la anterior resistencia a los Incas, pero no han querido abordar lo que vino después, a partir de la ocupación militar chilena desde 1859 en adelante. Dejaré para otro artículo las historietas que han cambiado el género guerrero por el de la magia y la mitología, probablemente otro modo de evitar el problema de fondo de la relación política entre el estado chileno y el pueblo Mapuche.

Entre las hipótesis decía que los historietistas chilenos no quieren identificarse con los Mapuche cuando los invasores ya no son los españoles con armaduras sino el ejército nacional, pero tampoco identificarse con los chilenos con armas modernas, trampas de abogados, o regalos de alcohol. Lo que está a la mano es la veta de las leyendas antiguas, guerreras o folclóricas. Decir esto por supuesto implica una crítica a la historieta chilena.

Los únicos lápices que hablan críticamente son los y las de origen Mapuche, por ejemplo Pedro Melinao con su humorismo gráfico y su historieta Kilapán, publicada en Mapuche Kimün, periódico editado por Farmacia Mapuche, 2004-2005, desafortunadamente difícil de conseguir. Agregar los comics y textos ilustrados en fanzines, que abordan el problema contamporáneo. Trataré de reunir más material de ellos.

Con la advertencia de que puede haber trabajos que todavía no he conocido o encontrado, entre las pocas historietas tradicionales que encaran ese momento histórico se cuenta el segundo volumen de Capitán Garra, de José Gai, subtitulada “Morirás en la frontera” (Tajamar, 2017), a cuya lectura dediqué ya un artículo. José Gai expone primero críticas severas a Chile y los chilenos, sin embargo al final las críticas definitivas las dirige contra los mapuches, usando como razón la bandera chilena ofendida y despreciada por los ellos, y reafirma al ejército nacional como heróico.

Hay otra historieta chilena que trata directamente la ocupación. Es el volumen o número 5 de La guerra de Arauco, con dibujos de Christian Olivares Salas (Vares) y textos [al parecer] de Matías Errázuriz Soza. (Sello Histocomix. Editorial Florencia, Chile, 2001). Aquí se presenta un discurso nacionalista cercano a los militares, lo cual se consigna en los créditos: “Certificado por Osvaldo Silva Galdames, Academia de Historia Naval y Marítima de Chile. Autoriza circulación: Dirección Nacional de Fronteras y Límites del Estado.” Se presenta también como material de apoyo educativo. Estos datos indican que la historieta habla el discurso oficial del Estado chileno.

Aunque otorga protagonismo y dedica los 4 primeros números a lo que llama “la heroica resistencia del pueblo Mapuche”, están siempre narradas desde la perspectiva “civilizadora” de los españoles, tal como hizo Ercilla en La Araucana, y en el volumen 5 define a la ocupación como un “deseo de integración definitiva”. También, como Erilla, nombra minuciosamente los apellidos, de ahí aprendemos que las familias más poderosas y los apellidos “aristócratas” chilenos no fueron ni estuvieron en el campo de batalla.

La guerra de Arauco de Histocomix son historietas interesantes como tales, entendiendo que su objetivo, como material educativo, implica que el relato sea llevado por recuadros de texto a veces demasiado largos. Aún así los episodios 2 al 4 ofrecen una lectura fluida, con buen ritmo y creación de tensiones a través de silencios, juegos de expresiones y escenas llevadas por diálogos, moderando el uso de los recuadros explicativos. Ese ritmo de lectura sigue tal vez hasta la primera parte del volumen 5, con la resistencia liderada por el Mestizo Alejo y por Misqui, pero al abordar la última etapa de relaciones entre españoles y mapuches recurre al resumen, primando los recuadros explicativos y las viñetas como ilustración. Consecuente al discurso histórico oficial, se destaca la política de Ambrosio O’Higgins de “asimilación a través de la civilización y el comercio.”

A partir de allí la historieta aborda la relación de la nueva república con el pueblo Mapuche con un dibujo alegórico que junta las figuras de Lautaro y Valdivia como los formadores de la “raza” o el pueblo chileno, representado como típica escena de gloria militar. El recuadro de texto dice lo siguiente: “El dominio mapuche de la zona del Bío-Bío continuó inquiebrantable a través de los años, y en 1810 comenzaron a colorear las primeras luces de independencia para los criollos hijos de la Araucanía y España. Luego de heroicas jornadas llenas de sacrificios, desesperanzas, fe y victoria, la llama de la guerra de arauco pasaba sangrando, como una herencia, a las manos de una nueva nación soberana…Chile.”

El recuadro es ambiguo, pero puede entenderse que la “guerra de arauco” fue continuada y llevada a su cumplimiento por los “criollos”, o sea los hijos de Lautaro y Valdivia. Sin embargo ¿por qué habla de una “herencia que sangra”? Mi hipótesis es que quiere decir que la libertad del enemigo común, España, ya fue ganada por los criollos, y desde ese momento la resistencia mapuche está fuera de lugar, se convierte en guerra entre hermanos, o guerra fratricida. La lectura nos ayudará a argumentarlo.

Se comienza a rebajar sutilmente la resistencia Mapuche que antes había sido representada como orgullo de la raza contra los extranjeros. Cornelio Saavedra, pintado como un militar intachable, comienza la entrada en el territorio en 1859. Para el año siguiente, dice el texto, no se había avanzado un metro a causa del “asedio indígena promocionado por caudillos liberales y forajidos asilados entre los mapuche”. Además, el ejército comete errores y debe enfrentar el invierno y la falta de recursos (p.17-19).

Se representa a Orélie Antoine como un pusilánime, patético en su cobardía, incapaz de sostener su palabra e irresponsable de sus actos. Es diagnosticado como “orate” por una junta de médicos chilenos. Los caciques obviamente se desilusionan, pero volverán a creerle diez años más tarde. 

El ejército avanza fundando fuertes militares, ofreciendo a los mapuche comprar o arrendarles las tierras, en toda regla, con transparecia. En 1862, el cacique Tintre, ofuscado por no poder hacer otra cosa, le regala la tierra a Saavedra, “para que la trabajen” (p.22).

Lo que antes pudo ser legítimo, ahora resulta moralmente sospechoso, por ejemplo, Quilapán quiere iniciar ataques a los fuertes de “don gobierno” aprovechando la coyuntura de la incursión de la escuadra española en 1865. Aquí Histocomix argumenta por primera vez la división del pueblo mapuche entre tribus que aceptan el orden, y otras que como se verá ya no son bravos defensores de la libertad, sino más bien empecinados y mafiosos. Se le enfrenta el anciano toqui Colipi con una frase singular: “ yo no me uniré a ti, yo le soy fiel a Chile”. Quilapán con expresión de rencor amenaza a Colipi, y luego quema sus ranchos y roba sus ganados. Colipi responde con la misma moneda. El discurso de la historieta dice que el ejército interviene “decidido a calmar la tierra y evitar que una sublevación tome cuerpo.” Aquí hay una elipsis, no se cuentan las acciones de paz y prevención, sino que pasa a ilustrar nuevos avances fundadores del ejército. Se funan fuertes militares, pero referidos como obras de civilización.

No pongo en duda la existencia de Colipi ni de su frase. Histocomix tiene una base histórica de fuentes militares. Contraponerla con otras fuentes no puedo hacerlo por respeto y por mi propia ignorancia, pero también porque no tiene mucho sentido ir a un debate externo por documentos históricos, sino que es más pertinente analizar su propio discurso, contraponerla consigo misma y con otras historietas. 

En este momento (1865), Quilapán “desesperado” reúne apoyos y comienza sus ataques, con destrucción del fuerte Curanilahue y robo de caballos. La reacción chilena, dice el texto, es para recuperar los caballos, y se narra el enfrentamiento, en el cual el coronel Lagos retrocede a bayonetazos “para salvar a sus hombres.” “Nuevos robos de ganado y ataques a pobladores chilenos se sucedieron en los meses siguientes.” Otro ataque es “heroicamente rechazado por el capitán Eleuterio Ramírez y sus 150 infantes del 2º de línea” (p.26). La palabra heróico ha cambiado de bando. Es obvio que Quilapán no es un héroe para Histocomix. 

Los chilenos reconstruyen, enfrentan a las “tribus rebeldes”, tienen ayuda de tribus y caciques aliados, uno de ellos muere en batalla, hacen incrsiones con “guerra de recursos” graficada como quema de siembras, sin humanos ni animales víctimas. Esto mientras siguen construyendo obras de civilización. Solamente en un recuadro dice o admite que las obras tienen fines militares (p.30 arriba izquierda). 

En 1869 los mapuches incumplen conversaciones de paz, en 1870 se retiran sin aviso de un parlamento con Saavedra, que los ve irse estupefacto, tomándose la cabeza. La razón es la segunda visita de Orélie Antoine. Ante esto Saavedra reprende a los caciques y ofrece “dos almudes de pesos” para quien le traiga su cabeza. Los caciques se miran entre sí en un cuadro ambiguo, no se sabe si les ronda la codicia, pero no parecen despreciar la maniobra de Saavedra, que queda entonces como táctica de buena lid. El “rey” se entera en el cuadro siguiente y emprende allí mismo una caricaturesca retirada delante de Quilapán. “Pero el toqui ardía con fuerzas” “¡Basta ya! –dice– ¡Yo mismo me haré cargo!”

Vemos a Quilapán liderando hasta el final de sus días “malocas” contra los colonos. Esa fue al fin y al cabo la resistencia de Quilapán, según Histocomix, hechos menores, casi viles, y el ejército respondiendo con mesura y bravura heróica. Es el momento de preguntar de dónde sale o de dónde emerge este relato, y la respuesta ya la sabíamos: desde la historia militar chilena. 

No es la misma calidad humana ni militar de los anteriores Toquis legendarios. Los “asaltos a convoyes de carretas, ataques a fundos y poblados, robos de animales y corte de comunicaciones” casi siempre graficados con fuego, no tienen el nivel de los de la leyenda, aquellos episodios que Histocomix tituló: “El Toqui legendario” (vol. 2), “Tiempo de epopeyas” (vol. 3) o “La frontera indomable” (vol. 4), pero cuando incluso se trata de las mismas acciones guerreras (asalto y destrucción de fuertes, combates y batallas), no valen igual contra Chile que contra los españoles. 

De esta manera el discurso construye lo que podría llamarse la “integración” ya no solamente del territorio y el pueblo, sino de la guerra de Arauco, para quedar en popiedad de Chile.

El concepto “integración” evita hablar de “pacificación”, palabra que usó antes el discurso oficial con aundancia, porque ese término (no soy yo el que cambia las palabras) ya no parece adecuado o políticamente correcto para el lenguaje del siglo 21. Cambiar la historia a través del lenguaje es lo que Europa quiere hacer desde 1992, desechando su propio concepto antes orgulloso de “descubrimiento” y “conquista” por el del “encuentro de dos mundos”. Así, el lenguaje oficial chileno cambia la historia siguiendo al lenguaje oficial internacional, que se propone a sí mismo como la realidad.

Mientras Quilapán infunde terror incendiando todo, los militares chilenos, abnegados, pacientes, construyen puentes y caminos, senderos en la selva impentrable, levantan el telérgrafo y las vías férreas, hasta se diría que ayudan a las abuelitas. La obra chilena es civilizatoria, la resistencia de Quilapán es retrógrada y salvaje. Aunque el antiguo discurso de Civilización versus Barbarie está también en desuso debido a su obvio racismo, en el relato chileno sigue siendo ideológicamente estructural. 

Pero se relata la muerte de Quilapán con respeto: “el último Toqui se había ido”, pues se trata de que los niños puedan enorgullecerse de la legendaria resistencia como una historia integrada a la historia “mayor” del país. Esto es lo que dice el recuadro de texto final de la historieta: “La historia de los guerreros del Reino llegaba a su fin…Nuestra tarea ahora es proteger su cultura, fomentando su desarrollo e identidad y, al mismo tiempo, enorgullecernos de llevar su misma sangre.” (p.40).

Hay un solo cuadrito o viñeta donde se reconocen problemas, cuando en 1879 el ejército se desplaza a la guerra contra Perú y Bolivia. El texto dice: “El ejército fue reemplazado por unidades cívicas de la Guardia Nacional. Esta sustitución de la autoridad desató una interminable ola de crueles abusos en contra de los mapuche.” (p.34) Es obvio que el ejército queda excusado, pues los abusos fueron obra de civiles investidos de autoridad. Civiles y políticos son desconfiables. La situación ocasionó la última rebelión de un Quilapán ya encanecido, preámbulo para representar su muerte con solemnidad. Pero en ella sus guerreron lo siguieron “obligados por el juramento legendario de la resistencia eterna.”

La representación de los personajes del gobierno y del ejército, particularmente la de Cornelio Saavedra, es la de hombres blancos intachables, respetuosos, razonables, de apariencia varonil y sobria, siguiendo el molde de los manuales de historia oficial. Estas representaciones construyen el gran “personaje” subyacente del Estado chileno. Las implicaciones significantes de las escenas que se escogió narrar, y la forma en que son narradas, son bastante obvias. 

Dedicaré el próximo artículo a otra historieta que ve las cosas de modo bien distinto. Dejo los vínculos de los artículos anteriores

Textos de base y ausencias de Chile

Influencia del asesinato de Camilo Catrillanca

Vueltos al pasado / El escudo de Colo Colo FC

Morirás en la frontera / Capitán Garra


Ilustraciones de El Cautiverio Feliz


Quilapán, de Jorge Lillo. Un aporte a la ecología social

La historia del pueblo Huilliche

La historia del pueblo Huilliche de Chiloé. Por: Raúl Molina / Cartilla de educación popular 

SOBRE EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [7]

Portada

Este excelente trabajo de historieta para la educación popular, dibujado por Raúl Molina, editado en 1987 por Opdech. Oficina Promotora del Desarrollo Chilote. Chonchi, Chiloé, narra principalmente las luchas del pueblo Huilliche de la isla de Chiloé contra los invasores españoles, y su situación actual para la fecha de edición. Situando primero quiénes son ellos, su lugar en la Nación Mapuche, formada por los pueblos Picunches, Lafquenches, Mapuches, Pehuenches y Huilliches continentales e insulares, quienes comparten el lenguaje Mapudungún, y refiriendo su vida, economía, organización social anterior a la invasión, con la cual se vio desarmada y diezmada. 

Se trata, como se dice en la contraportada, de una “versión popular de un trabajo de investigación sobre el mismo tema que realizó la Oficina Promotora del Desarrollo Chilote –Opdech– en conjunto con el Consejo general de Caciques de la Futa Huapi Chilhue, como compromiso de rescate y difusión de los valores de nuestro pueblo.” Para ello escogen como lenguaje la historieta, con buenos dibujos y una estructura narrativa perfectamente construida por Raúl Molina. Su lectura es amena, dolorosa y al fin orgullosa con toda razón. El ánimo que expresa es tranquilo y sonriente pese a tanto sinsabor histórico que se documenta.

Aquí el link donde encontrar el documento

páginas 4 y 5

En los artículos anteriores sobre lo que torpemente nombro como “el tema Mapuche”, preguntaba por qué los historietistas chilenos no se han animado a trabajar sobre historias o relatos posteriores a los que narra Ercilla en La Araucana, sino que hay un continuo retorno a ese “libro sagrado”. Mientras que en lo que va del siglo 21, aparte de la tendencia de superhéroes, se abre el filón de mitos, leyendas y magia, sin acusar recibo del cómic documental. 

Tanto en este caso como en el de las historietas de Pedro Melinao, se trata de voces y lápices mapuches. 

páginas 12-13
Página 20, segundo levantamiento

Espero ampliar este artículo próximamente. Y disculpas por haberlo conocido recién después de tantos años de su publicación. Sus datos editoriales son:

La historia del pueblo Huilliche de Chiloé. Por: Raúl Molina. Cartilla de educación popular. Serie cultura Huilliche. 1ª edición 1.000 ejemplares, octubre 1987. Impresión a cargo de Carlos López. Opdech. Oficina Promotora del Desarrollo Chilote. Chonchi, Chiloé. 

página 23

Quilapán, de Jorge Lillo / Un aporte a la ecología social

SOBRE EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [6]

El reciente libro facsimilar de La Castaña: humor, gráfica y poesía 1982-1987 (Editorial Asterión, 2021), nos trae a quienes no la conocíamos, la tira del personaje Quilapán, publicada en el reverso de la portadas desde el número tres, de 1984, hasta el número 7 de 1987, de esta recordada revista. Prácticamente una por año, atravesando la década. Su autor firmaba JL, es decir Jorge Lillo, de acuerdo a las listas de “perpretadores” de La Castaña.

La tira presentaba a un hombre joven mapuche, vestido con un poncho característico, con cintillo, pelo negro erizado, que vive probablemente en los suburbios pobres de la ciudad. La primera tira tenía entre paréntesis el subtítulo “un pequeño aporte a la ecología social”.

Primero leamos a Quilapán.

1 Quilapán La Castaña nº2, 1983
2 Quilapán La Castaña nº3, 1984
3 Quilapán La Castaña nº4, 1985

En principio uno piensa que el nombre del personaje alude al lonco Quilapán, el último jefe mapuche del siglo xix que derrotó a fuerzas militares invasoras en el combate de Quechereguas en 1868, esto es al ejército chileno dirigido por Cornelio Saavedra, en la campaña de ocupación y exterminio llamada “pacificacón de la araucanía”. Pero en comunicación personal, Jorge Lillo dice que más bien lo tomó prestado del cuento homónimo de Baldomero Lillo, incluido en Sub Sole. Ese cuento todavía sigue transmitiendo la actualidad profunda de la causa Mapuche. 

4 Quilapán La Castaña nº5, 1986
5 Quilapán La Castaña nº6, 1986
6 Quilapán La Castaña nº7, 1986

La imagen del personaje sí está basada en la figura del Quilapán histórico “con las greñas amarradas por su trarilonco, es una referencia a la imagen ‘oficial’ del lonco Quilapán, y el poncho (pontro) una referencia a los emblemáticos tejidos tradicionales.” Esa “imagen oficial” es el cuadro de título Quilapán, del pintor argentino Martín Boneo, se lo describe como un retrato, pero en las referencias no llegamos a saber si se basó en fotografías, descripciones verbales, o cuánto de imaginación puso el pintor. Se encuentra en el Museo Marc, de Rosario, Argentina, y según informa el propio Museo, fue pintado en 1868, cuando Quilapán se hizo una figura temible en Santiago. Martín Boneo se había trasladado a vivir a Chile en 1865 y regresó a la Argentina en 1870.

Quilapán, cuadro de Martín Boneo

En las dos primeras tiras, el Quilapán de Lillo no habla, sino que ve actuar y escucha hablar a los chilenos, que delatan espontáneamente sus prejuicios, su racismo o su hipocresía. En la primera tira, porque no usa corbata no lo dejan entrar a una conferencia sobre “La realidad Mapuche y cómo integrarlos a nuestra sociedad”. En la segunda es una señora de clase media que discurse de su admiración por la valerosa “raza” mapuche del pasado, pero enseguida revela su desprecio actual porque “no son gente”. En la tercera, dos chilenos en conversación de bar comentan una película donde “Yon Guaine” echaba a los indios de sus tierras, pero ahora Quilapán interviene poniéndole título a la película: “La pacificación de la araucanía”.

La cuarta tira muestra que él vive en un ranchito, con al menos otra persona, y que están “colgados” a los cables para tener electricidad, pero las compañías envían a mensajeros de la luz para quitársela. Allí hay una posible referencia cruzada, a la vez a la visita del papa Juan Pablo II, “el mensajero de la vida”, el año 1987, y al cometa Halley, también de actualidad en esa época. En la siguiente tira Quilapán escucha las noticias de la televisión, porque nadie se libra de la televisión. En su última aparición, del nº 7, lee un diario y relaciona la noticia que lee con el esmog.

El personaje Quilapán de Jorge Lillo aporta en representar un Mapuche contemporáneo, que vive en los suburbios de una ciudad grande, que es pobre, que circula o trabaja en el centro, y que como tal observa y soporta la discriminación y el «doble estándar” chileno. Quilapán no se ve deseoso de integrarse, pero es obvio que si lo deseara difícil sería conseguirlo. Es una propuesta del cotidiano de los Mapuche, empatizando con los que viven en las ciudades y soportan las discriminaciones y la pobreza, planteando desde allí su crítica a la sociedad chilena. Abordar el tiempo presente del pueblo Mapuche, aunque no se crea, es raro en nuestras historietas y humor dibujado, asunto que traté de enunciar en un artículo anterior.

Sin embargo, como lo demuestra Quilapán en La Castaña, esta crítica o autocrítica moderna no era tan difícil de hacer, ni requiere grandes teorizaciones o presupuestos financieros, por eso es que uno se pregunta por qué no estuvo en el tramo histórico de la “transición”. ¿Pero, y si lo que explica a Quilapán era la dictadura, pues allí las instituciones oficiales claramente se hacían ajenas, y lo “propio” o auténtico de los-las chilenas estaba y se sentía en los márgenes y en la clandestinidad? Pues en la transición volvió a dominar la temática heroica y mágica, mirando a un pasado del 1500 al 1700, mirando a un pueblo “Araucano” más que al Mapuche.

¿Entonces la execpción no se debe más bien a una solidaridad coyuntural de parte de chilenos quienes estando relegados y perseguidos por Pinochet, o agobiados por la dictadura, comprenden y empatizan con quienes desde mucho antes ya viven bajo esas condiciones, particularmente a contar de la ocupacion militar del segundo ciclo del siglo xix?

Trataré de hilar un poco sobre estas preguntas. Los las más conocedoras perdonarán mi ingenuidad e ignorancia. Hay que tener en cuenta que la solidaridad o identificación chilena con los pueblos originarios viene desde largos procesos políticos y populares que arribaron a la elección de la Unidad Popular en 1970. En el campo de la cultura popular masiva –o cultura popular difundida en medios y soportes masivos– en la cual se inscriben las historietas. Para 1970 esa conciencia es indudable en canciones de Violeta parra, Víctor Jara, en producciones de cine documental, y desde antes en la literatura. En las historietas de Quimantú se expresa en sentido general, por personajes secundarios o temas que implican dejar atrás la representación del Araucano y traer la del Mapuche, pero me falta conocer esto con más detalle.

Jorge Lillo dice que el logo de la tira tiene influencia directa de la tipografía de Vicente Larrea para el grupo Quilapayún, tipografía que también se usó para otros grupos musicales de identificación izquierdista revolucionaria, y se convirtió en un signo estético de esa época y signo de resistencia durante la dictadura. Si leemos los recuerdos de Jorge Lillo, que incluyo como anexo, podemos ver que su personaje viene del espíritu de la época allendista y la experiencia personal inmersa allí. Es decir, la empatía representada en Quilapán no se explica solo por la dictadura, sino que viene de un proceso social anterior. Hay que reconocer que ese proceso cultural no logró “convencer” nítidamente a los historietistas durante la década 60 y los tres años de Allende, sino que vino a materializarse después, pero escasamente, bajo el rigor contrario de la dictadura. Entre otros posibles ejemplos puede estar el “Mañungo” de Guidú.

Dentro de una producción siempre escasa, en los monos chilenos la dictadura tuvo éxito, pues casi todos volvimos a la opción “Araucanos”.

Enero 2022. Agradecimientos a Jorge Montealegre.

ANEXO. Recuerdos de Jorge Lillo

Soy chileno, desafortunadamente santiaguino, y empatizo completamente con el pueblo y las demandas mapuche.

Tuve la suerte y el honor de haber estado presente en una ocasión (1971) en un nguillatún en la localidad de Vega Larga, Lautaro, como funcionario de INDAP. Fui el único al que se le permitió estar presente, fotografiar y grabar sonido. Eran tiempos muy difíciles para ellos (siempre lo han sido). Fue una experiencia maravillosa que me hizo apreciar profundamente a esa gente honesta, esforzada, acogedora y trabajadora y su cultura.

Mi personaje fue, efectivamente, influido por ese conocimiento y por personas mapuche que conocí en Santiago como trabajadores en casas particulares de mi familia o como simples obreros, jardineros, panificadores.

El nombre Quilapán lo tomé prestado del cuento homónimo de Baldomero Lillo, que publicó en Sub Sole.

La imagen de mi Quilapán con las greñas amarradas por su trarilonco es una referencia a la imagen «oficial» del lonco histórico José Santos Quilapán
y el poncho (pontro) una referencia a los emblemáticos tejidos tradicionales.

El estilo de dibujo tuvo influencia (¿cómo no?) del «Inodoro Pereyra» del gran dibujante y escritor argentino Roberto Fontanarrosa.

El logo de la tira Quilapán es una referencia al logotipo que diseñó Vicente Larrea y su equipo de grafistas para el conjunto Quilapayún, del que fui fanático.
En resumen, tuve influencias de todos lados, menos en los temas que toca la tira.

No recuerdo bien si alguna vez se publicó con una «bajada» que decía: «un aporte a la ecología social», en referencia a que le damos mucha importancia
al cuidado del medio ambiente, pero no a la diversidad de pueblos que componen este país y que, afortunadamente, hoy se han empezado a hacer visibles gracias a la Convención Constitucional.

Quilapán es una tira claramente política. Mi personaje es un solitario, un marginado no solo por su condición social sino también físicamente, ya que habita una mediagua en la periferia de la ciudad; viste con sus prendas tradicionales, pero no termina de integrarse a una sociedad que le es extraña y que tampoco le permite dicha integración: en una de las tiras hay una conferencia sobre la cultura mapuche, pero no se le permite ingresar por no llevar corbata. Carece hasta de familia, pero no de interlocutores (por necesidad de la viñeta, para que dialogue).

Paralelamente he tenido la suerte de poder colaborar con otras ilustraciones para algunas actividades mapuche. Incursioné una vez en un proyecto
de historieta con personajes mapuche y españoles, pero no prosperó y tengo solo los bocetos.

Finalmente, sí: es una crítica a la sociedad chilena, racista, violenta y marginadora, especialmente con los mapuche. Eso se nos nota en el lenguaje
habitual: «no seai indio», «india ‘e mierda», «no seai huaso». Todas son expresiones denigratorias que denotan no solo nuestra incultura sino,
directamente, racismo puro y brutal, e ignorancia de nuestros propios orígenes. Por contraste, en cambio, una «gauchada» es expresión de aprecio.

Históricamente valoramos más lo extranjero que lo nuestro: Huaso es negativo, Gaucho, positivo.

Saludos cordiales.

JL

JL

Ilustraciones de El Cautiverio Feliz, de Francisco Núñez de Pineda. Primeros dibujos chilenos del pueblo Mapuche

SOBRE EL TEMA MAPUCHE EN LAS HISTORIETAS CHILENAS [5]

Los cuatro dibujos que hizo Francisco Núñez de Pineda para ilustrar sus memorias como cautivo de los mapuches el año 1629, durante la llamada Guerra de Arauco, están entre las primeras imágenes sobre ellos y ellas hechas desde un lápiz de un español nacido en Chile (criollo), aunque Núñez se identifica como español. La redacción de su texto le tomó un tiempo largo, “más de una veintena de años, aunque en forma discontinua” hasta que al fin data su manuscrito como concluido en 1673. Pero desde luego no soy un experto en estos datos, y dejo al final del artículo las referencias. Aquí trabajé con la edición de 2001 de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

Batalla de las Cangrejeras, dibujo 1

Batalla de las Cangrejeras, dibujo 2

Las dos primeras ilustraciones tienen por tema la batalla de Las Cangrejeras, donde Núñez de Pineda fue capturado por los “araucanos”, iniciándose el cautiverio que termina siendo feliz por la suerte de ser capturado por el grupo de Maulicán, cacique que le muestra simpatía y le da protección, pues antes había sido amigo de su padre, Álvaro. El tercer y cuarto dibujos ilustran el momento en el cual, algunos días después de Las Cangrejeras, atravesando lluvias y temporales, otro grupo de mapuches, enterados de las novedades, van donde Maulicán y lo presionan para que les venda a Pineda, para lo cual ejecutan a otro español prisionero de ellos. Pineda dedica dos láminas para cada momento. 

Los dibujos de Pineda fueron estudiados por Jorge Montealegre, en su libro Prehistorieta de Chile, quien descubre que, entre los dos primeros, con el tema de la batalla y la captura, hay uno (el segundo) que narra los hechos en forma secuencial, con escenas horizontales que se siguen en sentido de lectura de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo, como una pre-historieta. 

Las otras tres láminas, según puede verse son composiciones unitarias, escenas generales que ilustran diversos aspectos del relato, pero no secuenciales, y por lo mismo son más fácilmente asimilables a la cultura iconográfica medieval y quizá moderna (renacentista) que Núñez de Pineda tenía, aun a pesar de haber nacido en chile, reducto de militares con muchos sables pero muy poca literatura ni pintura. Sus dibujos son muy valiosos para la arqueología de los imaginarios disponibles en esa fecha –para unos pocos, desde luego, entre los cuales debe haber estado Pineda. Pero además son interesantes y sorpresivos para nosotros debido a sus formas que anticipan estilos de la pintura y de la ilustración de literatura infantil y juvenil del siglo 20. 

Cabe notar que los dibujos que conocemos podrían no ser los originales hechos por Pineda, sino copias del o los copistas, como se desprende del prólogo a la edición consultada: 

  • El manuscrito que constituye el cuerpo principal de la obra –de 268 hojas foliadas y medio centenar sin foliar, de gran formato, a dos columnas– corresponde a una copia en limpio de impecable diagramación y uniforme letra, producto de copista de oficio (como así también, seguramente, las contadas ilustraciones que lo acompañan) (p.7).

Sin embargo, enseguida se agrega que esta copia es la que Pineda llevó consigo hasta su muerte en el Perú en 1682, a la cual había agregado continuas citas y enmiendas de su propia mano, aparte de las restauraciones por humedad y comentarios en los bordes hechas por terceros. No puede precisarse si los dibujos son de la mano directa de Pineda o son copias, pero es un dato para hablar del universo visual que representan y que los origina. Visualmente llama la atención su parecido a estilos de dibujo del siglo XX, siendo que fueron dibujadas alrededor de 1663.

Aquí dedico la atención a los dibujos tres y cuatro, y al relato que ilustran:

Aquí lo mataron [dibujo 3]
Aquí lo llevan [dibujo 4]

Después de haber caído prisionero de los Mapuches, Pineda, a quien muchos querían matar, es protegido por Maulicán en recuerdo de su padre Álvaro. El viaje hacia el territorio del cacique Maulicán es muy difícil, cuenta Pineda, pues se desatan fuertes e interminables temporales de lluvia y viento que traen crecidas de los ríos e inundaciones que les impiden avanzar, pasando noches destempladas e ingratas, empapados bajo una naturaleza que no se humanizaba, según su propia expresión. En medio de esas dificultades, llegan a las casas de algunos de los mapuches que eran parte de las fuerzas de Maulicán, donde son invitados y agasajados, y donde hombres y caballos pueden descansar. Pero llegan también seguidamente otros cincuenta mapuches, provenientes de otro grupo con quienes se habían topado antes, y que a su vez enfrentaban viaje difícil. El cacique de estos, que nombra como Putapichún y Butapichón, pide a Maulicán les venda a Pineda para sacrificarlo como enemigo importante, y para que su muerte aliente a los renuentes a la guerra. Para demostrar su poder y dar fuerza a sus argumentos, ejecutan a un joven soldado español prisionero de ellos. Esta ejecución o ceremonia de muerte del enemigo es el tema de los dibujos 3 y 4. 

El titulado “Aqui lo mataron, Por empeñar a mi amo, para [que] me diera”, está dividido en tres escenas horizontales, aunque es posible que sea una composición unitaria. En la parte central a la derecha, el soldado español destinado al sacrificio está tomado de la nuca por el que –según el relato– debe ser Maulicán, que empuña el toque, arma ceremonial. El soldado está echando los palitos que representan a doce principales enemigos españoles, al agujero que antes Butapichón le hizo cavar. El dibujo une dos momentos, que tienen lugar justo previos al golpe mortal. Los dos personajes al centro, al lado del soldado, son difíciles de identificar. Uno pudiera ser el propio soldado cuando cava el hoyo, o Butapichón enterrando tres cuchillos alrededor, el otro parece una mujer; los dos del borde derecho son guerreros mapuches, y el del extremo puede ser también Butapichón dando su discurso antes del sacrificio. Es decir puede haber dibujado distintos momentos, repitiendo a los personajes, pero no son claros de descifrar. 

En el grupo de arriba de guerreros sentados que observan la escena, algunos de espaldas, no hay indicios de que el autor se autorretratara nuevamente. En el grupo de abajo son llamativos dos o tres personajes que parecen estar disputándose una espada española, y la gran animación del resto que mira y comenta la ceremonia, detalles que no están en los textos. 

El otro dibujo (el cuarto) que es más limpio o nítido en su ejecución y composición, ilustra el momento anterior, “Aqui lleva[n] a un soldado…” hacia el lugar donde harán la ceremonia, mientras los mapuches se distribuyen alrededor según órdenes territoriales, como lo describe Pineda. En este caso es más clara una sola escena general. No podría explicar la causa de que entre los dos dibujos la temporalidad esté invertida.

Respecto a los contenidos del texto, Pineda habla de prácticas “salvajes” o “bárbaras”, y de las divisiones y desacuerdos entre los mapuches, de la falta de inteligencia de muchos y de su gusto por el alcohol (como si entre los españoles no fuera otro tanto). Esto citado por el poder de la historiografía conservadora, que ha impuesto en el discurso dichas características “delincuenciales” como las más significativas. 

Pero la idea blanca conservadora no puede desmentir que el ánimo principal del largo trabajo que le significó a Pineda escribir las memorias de su cautiverio, era el de comunicarle al Rey de España que no habría paz en el reino de Chile mientras no se corrigiera la manera de gobernar, y las malas prácticas de los españoles contra los indios. Era una época donde se debía escribir para el rey de España, dirigiéndose a este y pidiendo su apoyo para la publicación. Este ánimo de autocrítica urgente está expresado varias veces:

  • AL LECTOR … por las experiencias largas que más de cuarenta años efectivos de estas fronteras de guerra me han participado, en cuyo tiempo con atención curiosa he reconocido la dolencia y el lastimoso achaque de que se halla no poco lastimado nuestro afligido reino; y, porque cada día en peor estado veo sus ruinas, originadas en los estilos de gobierno que algunos superiores ministros del rey, nuestro señor, han introducido, no tan solamente en este reino de Chile, sino es también en todas estas australes Indias … que con tiempo la divina majestad permita se reconoscan verdades tan patentes y claras como las que solicito por todos los caminos poner ante los ojos del rey, nuestro señor, para que con su poder y grandeza trueque y mude totalmente los estilos de gobernar las américas Indas” (p.73). 
  • …dispuse con efecto epilogar en breve mis discursos, sacando de ellos lo esencial y más conveniente para la demosnstración de mis intentos y verificación de mis escritos, poniendo a la clara luz del desengaño la obscura confusión con que se rigen y gobiernan estos remotos reinos de las Indias (p. 73).
  • …siendo amigo nuestro [Maulicán] –que nuestras malas y perversas obras le obligaron a volverse enemigo– (p.77). 
  • Llegamos a descanzar tres o cuatro días a las casas de los compañeros que nos convidaron, que uno de ellos había sido de nuestras antiguas reducciones muy fiel amigo; de cómo me refirió las causas y fundamentos que tuvo para trocarse de amigo en enemigo nuestro, sobre lo cual se moraliza y se da a entender que, mientras los estilos de gobierno no se trocaren y la esclavitus de esta nación permaneciere, será imposible haya firme paz en este reino de Chile. Y dase a entender con evidencia que siempre que estos naturales han sido desleales, tenido poca fee y ninguna estabilidad en sus palabras y propuestas, habemos sido nosotros la principal causa y origen, así por haberlos industriado con fraudulentos tratos y engañosas promesas pues, debajo de paces admitidas en muchas ocasiones, los han maloqueado, quitando sus mujeres y sus hijos para hacerlos esclavos, como por el mal ejemplo y peores obras que han experimentado en nuestras acciones. (p.80).

Mirados desde nuestra época, los dibujos de Pineda para El Cautiverio Feliz contienen las primeras representaciones gráficas de los Mapuche hechas por una mano europea, o más propiamente de un hijo de españoles nacido en Chile, condición que más adelante será definida como criolla

En cuanto a su estilo, que llama la atención, sus dibujos estarían para hoy día en un lugar intermedio entre la ilustración literaria y el relato dibujado, incluso tendiendo a emparentarse con la ilustración de literatura infantil. La narración en una lámina es secuencial, pero igual que las otras tres está subrogada al relato escrito, no se entiende sin este.

Como hipótesis de trabajo, las fuentes de su estilo y su imaginería, como las aglomeraciones de cabezas que flotan en el aire y observan las escenas, y las aglomeraciones de figuras y cuerpos, pueden estar en la imaginería medieval europea, y más precisamente española, aunque puede haber también rasgos de imaginería popular híbrida americana. Para precisarlas se requiere todavía trabajo de investigación. 

Agradecimientos a Jorge Montealegre.

Comuna PAC, abril de 2021

Referencias

Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán: Cautiverio Feliz, Tomo I. Edición crítica de Mario Ferreccio Podestá y Raïssa Kordic Riquelme. Estudio preliminar de Cedomil Goic. Seminario de Filología Hispánica. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Santiago [Impreso en RIL editores], 2001. El desarrollo de esta edición crítica contó con la asistencia de Fondecyt, proyecto 1940007. 

Jorge Montealegre (2003). Prehistorieta de Chile: del arte rupestre al primer periódico de caricaturas. Santiago de Chile: Ril.

http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3426.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Cautiverio_feliz

http://www.cervantesvirtual.com/obra/el-cautiverio-feliz–0/